Tuesday, April 17, 2007

HUMAN RIGHTS WATCHING

Me ha llamado la atención uno de los editoriales con los que The Economist abre uno de sus recientes números semanales acerca del tratamiento de los derechos humanos (DDHH) que hace la organización International Amnesty y, más concretamente, sobre su apuesta en los últimos años sobre los derechos humanos emergentes. Y me ha llamado la atención porque, además de su contenido crítico (subproducto de una moda pseudo-intelectual pasajera, dicen), son tesis que ya defendieron casi exactamente con las mismas palabras en números anteriores, pero en páginas interiores. La insistencia en la crítica y en el sujeto en tan corto espacio de tiempo, digo, me ha hecho reflexionar.

Vaya por delante, no obstante, mi más alta consideración sobre el semanario británico de política y economía internacional, en mi opinión, no sólo el más influyente y documentado, sino también el más globalizado y extenso así como riguroso. Cosa distinta es su tendencia ideológica, que a veces comulga un poco demasiado con tesis neoliberales, muchas veces de escaso y difícil basamento. Como muestra de rigor y autocrítica, recordemos su sonado reconocimiento de error -más o menos grave- que el semanario ofreció a sus lectores por apoyar en su momento la invasión de Iraq. Se trató de una profesión de fe sobre unas tesis, las americanas, cuyas bases reales desconocía, como tantos otros, y que le llevaron al engaño, como también a tantos otros. Asimismo, prescindió, a la hora de apoyar invasión tan nefasta, de consideraciones jurídicas de carácter internacional, las que verdadera y únicamente tuvieron que ser tenidas en cuenta y a la postre se omitieron.

Vienen a decir, básicamente, que el seguimiento que la ONG más influyente en la defensa de los DDHH lleva a cabo sobre los derechos de contenido social y económico (renta básica, derecho a vivenda digna, derecho a un trabajo remunerado, educación, sanidad...), extendiendo así el elenco de los derechos más allá de los tradicionales civiles y políticos, está desviando a la organización de sus objetivos verdaderos y la hace restar eficacia en la defensa de los mismos. Asimismo, el semanario británico duda mucha de que tales tipos de derechos puedan ser legítimamente defendidos.

Pues bien, por nuestra parte no podemos estar más en desacuerdo. Me hallo en la convicción de que la extensión de los DDHH a aquellos llamados emergentes, de lograrse su definitiva implantación harán de este un planeta verdaderamente más igualitario y justo, más habitable en definitiva. Es lógico que deseos de mayor igualdad chirríen un tanto entre aquellos que siempre se alinean con postulados tradicionalmente más mercantilistas y neoliberales, para quienes las garantías que puedan venir de un Estado sólo hacen que menoscabar su eficacia en términos de desarrollo y progreso. Pero no es así, volviendo a discusiones ya antiguas; en mi opinión un Estado eficaz es también aquel que puede asegurar a sus ciudadanos una mayor provisión de bienes y servicios básicos, lo que es una mayor provisión de bienestar. Ir al médico sin mirar con miedo la cartera, poder ir a una buena escuela sin miedo a que te peguen un tiro, tener un techo digno para resguardarse del frío o del calor, o disponer de un salario básico no son propuestas demagógicas por parte de "sospechosos de izquierdas", sino mínimos vitales a los que nadie debería renunciar, ni siquiera para aquellos malventurados que viven en países alejados, de cuya pobreza y miseria vital no queremos hacernos cargo.

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