Thursday, November 23, 2006

Reinos de la Oscuridad.

Admito lo melodramático del título, pero me vais a permitir que no sea más explícito, no vaya a ser que me encuentre mañana en el desayuno con un trago de uranio enriquecido dentro del café y me vaya de golpe por allí donde no vine. En efecto, como siga así la cosa, entre los extremistas musulmanes tan sensibles con los comentarios occidentales (que no con los derechos humanos en sus respectivos países, ni con los derechos de la mujer, ni...), los regímenes que eliminan a su desidencia (lo que se dice a gritos de Moscú en toda Europa), y los que eliminan a la disidencia en países vecinos (también se habla de Damasco en el último asesinato de Beirut) no nos van a dar oportunidad, de aquí a unos años, más que a meternos con toreros, con folclóricas y sus vestidos o con futbolistas venidos a menos (bueno, cuidado también, cualquiera critica a Raúl -y eso que juega a ratos-, ni que tuviera plaza de opositor en la selección oyes, que mal ha sentado que no juegue un par de partidos).

Fuera ya ironías, da pavor observar como se pone la cosa más allá de las reducidas fronteras de la democracia occidental y de algunos países emergentes como Corea del Sur, Singapur, Taiwán, India, y poco más. Los dictadores, tanto los reconocidos como los que no lo reconocen, que son mayoría, tiran cada vez más de servicios secretos y de soluciones últimas para eliminar "problemas" de disidencia. En un mundo feliz, el Tribunal Penal Internacional acabaría por enchironar a todos esos voraces caimanes que se comportan más como alimañas peligrosas que como estadistas al servicio público. Pero el nuestro cada vez se parece menos a un mundo feliz. No me vale el cuento chino de la dificultad de gobernar algunos estados históricamente problemáticos y tumultuosos, como suele de decirse de Rusia o de China, ni aquello del polvorín geoestratégico en que algunos se dicen inmersos, como la propia Siria, o Irán, por nombrar a los que están más de moda, aunque se podría citar una lista interminable, desgraciadamente.

Es difícil recomendar cualquier solución en este mundo tan complejo e hipócrita, una sociedad internacional que aplaude a la vez que maldice. Debería haber mínimos comunes no traspasables, mínimos los cuales de no alcanzarse debieran relegar a sus culpables al más oscuro rincón de la indiferencia internacional. Pero no, el realismo ruín del corto plazo, el interés miserable por unos barriles de petróleo, cualquier rendimiento inmediato puede más que un pensamiento razonable, que una estrategia solidaria. Líbano sufre la siniestra influencia de Damasco y Teherán sobre la oposición de su Parlamento, padece la inabordable crueldad de esos dirigentes extranjeros, que temen que de perder influencia en Beirut la zona pueda llegar a occidentalizarse sin remedio. De hecho algo parecido pasó con los países del este europeo con respecto a Rusia. En realidad, tanto Teherán como Damasco no temen a occidente, ni siquiera a Israel, lo que temen de veras es la libertad, la democracia, la igualdad y los derechos humanos. Les entra un pánico retrógrado pensar que si las cosas van bien el Líbano van asistir al progreso de la libertad a las puertas de su frontera. Su propio pueblo verá el progreso más inmediato cerca de su casa, y eso los déspotas no lo pueden permitir. La democracia en el Líbano es el verdadero peligro, la amenaza real para sus régimenes autoritarios. No podemos abandonar el Líbano a su destino.

Friday, November 17, 2006

Donde dije "digo"...

Bush está hoy de visita oficial en Vietnam. He podido ver en el diario que una lugareña le acababa de arreglar un vestido tradicional vietnamita, que según parece en algún momento se colocará el mandatario americano, como modo simpático de mejor caer en gracia a sus huéspedes, sus sufridos y nada olvidadizos huéspedes. Igualmente, he podido oir al respecto que en una de las arengas pronunciadas hoy mismo por Bush -que rápido vuelan ya las noticias-el presidente afirmaba que la lección que el pueblo americano debe extraer de la guerra de Vietnam, con respecto a la de Irak, es que no se debe abandonar el campo de batalla así como así -más o menos-. Y se habrá quedado tan pancho, digo yo.

Su amigo el mandatario Blair, sigue igualmente un tanto reflexivo ahora que empieza a ver el final de su carrera declinante en Downing Street. Acaba de asegurar que una salida negociada, y una retirada progresiva del conflicto podría ser una buena solución. El propio Bush reconoció al saberse perdedor en las legislativas americanas que el asunto de Irak requiere un giro estratégico, despidió a Rumsfeld -lo que en el fondo fue un enorme favor a un gran amigo- y parece que sondea, a la vez que promueve, tímidos intentos de conversaciones indirectas con Siria e Irán para bosquejar un arreglo global a los conflictos del Oriente Medio.

Vaya hombre, tan sólo unos centenares de miles de muertos después, parece que a los adalides de la democracia se les ocurre pensar que las formas pacíficas de arreglo de controversias es un sistema factible de dirimir diferencias insalvables. Parece que ya no es tan urgente descubrir unas armas químicas que no existen, parece que el destino de Occidente sigue a salvo a pesar de todo. Y no es demagogia, señores, porque los muertos ahí están, la destrucción ya arrasó lo que debía arrasar, el mal está hecho y la herida tardará en cicatrizar..., cuando acabe de sangrar más bien. ¿Por qué cuesta tanto ser razonables? ¿El petróleo? ¿La industria de armamento? ¿El "Destino Manifiesto"? ¿La exportación de los valores democráticos? Es para mandar a freir espárragos a los cuentistas que nos vienen con geoestrategia barata, a sus escribanos serviles y a las madre que les matriculó. Tanto Harvard, Tanto Oxford y Cambridge para qué. A veces le dan a uno ganas de coger una cachimba y hacerse hippy. Y perdonen ustedes el tono de hoy, me ha dado por pensar qué me pasaría por la cabeza si me hubiera tocado en suerte ser padre de familia irakí.

Friday, November 03, 2006

Estadistas: visión de estado.

Actualidad obliga. Una vez más me siento en la necesidad de descender a la arena de la política nacional, a pesar de que como ya he dicho en más de una ocasión no sea mi terreno preferido. Y lo hago para comentar si quiera brevente el dibujo resultante de las elecciones autonómicas catalanas, un escenario de veras parecido al que ya había, como por otro lado suele responder a la tradición del electorado catalán, muy poco dado a cambios súbitos y espectaculares.

En primer término, dando por sabidas las diferentes combinaciones posibles para formar mayoría de gobierno, personalmente me inclino por la "sociovergencia". Y lo hago así mirando hacia lo que estimo que más estabilidad y progreso puede conceder, no ya sólo a Catalunya, sino también al conjunto del Estado. No digo por eso, que este vaya a ser ni mucho menos el final feliz de esta nueva historia que nace con el resultado de las elecciones. Si de algo carece hoy día la arena política en nuestras latitudes, por lo visto hasta ahora, es de verdaderos hombres de estado, de estadistas a la antigua usanza, de aquellos hombres magnos y sabios que hacían de la política algo más que un juego de poder y una profesión. Eran líderes que realmente se guiaban por el interés de su pueblo y no por su propia trayectoria o la de su partido. Pero mucho me temo que los tiempos en los que un Churchill, un Kennedy, un Suárez, un Pujol - por qué no-, incluso un Clinton eran capaces de mostrar la generosidad y la transversalidad de su liderazgo han pasado ya. Y espero de veras que los acontecimientos me quiten la razón, pero creo que no va a ser así, que se impondrá la ruindad del corto plazo que ha hecho triunfo en la política española, y en la europea en general, y que Montilla acabará por caer rendido en los brazos de sus poco fiables socios de izquierda con tal de verse proclamado President. Y es una verdadera lástima, porque se me antojaba esta una ocasión única para que Catalunya acabara de conceder solidez a un proyecto español realmente plural, en el que todas las sensbilidades-las que lo quieran, claro está- tendrían cabida. El progresismo español ganaría terreno y tranquilidad para desarrollar el proyecto trazado por Zapatero, Catalunya por su parte podría desplegar el total de su potencial autonómico, lo que revertiría a su vez en una mayor solidez social, política y económica en el conjunto del Estado. Pero como digo, mucho me temo que al PSC le va a faltar visión de estado.

En otro orden de factores, ERC pierde terreno, lo que era previsible. Les falta madurez como partido de gobierno y sentido de la responsabilidad global, la que va más allá de las asambleas de sus militantes. El PP de Catalunya, sigue en su lenta agonía que a buen seguro tendrá continuidad más allá del Ebro. Que sigan con su desaforada crispación, y que sigan dándole a Acebes y a Zaplana las labores de portavoces, que sus oponentes se lo agradecerán -que no la gente de la calle-. Felicito a ICV, por su subida en escaños, pero con humildad les recomendaría que no pierdan la perspectiva, tienen la representación que tienen, la quinta fuerza política todavía. Ciutadans de Catalunya, a mi juicio, tienen ante sí un futuro muy complicado a pesar de su espectacular irrupción, y mucho dependerá del tono que tomen las apariciones públicas de sus líderes, en los próximos meses sobre todo. La gente se está empezando a hartar de tanto ruido.

Por último, me gustaría realizar un último comentario sobre el nivel de participación, que algunos dicen, ha sido muy bajo. No acabo de estar de acuerdo con esa consideración, y no puedo evitar sonreír cuando a tales niveles de abstención les asignan unas intenciones determinadas por parte de los no-votantes. Quienes hemos tenido la oportunidad de trabajar en el mundo asociativo, lo sabemos muy bien: la pereza participativa en cualquier ámbito de la sociedad pública es el signo más marcado de la población en las sociedades avanzadas y urbanas actuales, con todas las excepciones que quieran apuntarse. No es que haya un especial desencanto con las propuestas de los partidos políticos -un pequeño porcentaje también lo habrá, por supuesto-, el problema es que a la gente le cuesta horrores bajar a la reunión de propietarios que hay en la puerta de su escalera, pues imaginen el ir a votar tres o cuatro calles más allá, y más en día festivo; para qué, qué ganan se preguntan, ¿nada? pues no voy. Así de simple, sin más. Interpretar mayor o menor catalanidad, españolidad, inquietud política, renuncia al sistema o otras milongas similares en la simple incomparecencia a la mesa electoral es no atenerse a la realidad más sencilla, más posible y más inmediata -principio de la navaja de Occam-. La despreocupación existencial de la mayoría de la población hacia lo que no le incumbe directa e inmediatamente es la premisa más básica a la que ha de acudirse hoy en día para cualquier análisis mínimamente coherente. Otro gallo canataría si en el voto se decidiera algo más próximo y claro como, por ejemplo, el precio de la gasolina, el recibo de las hipoteca, el precio de la vivienda, el precio de la alimentación, los impuestos, o cosas que afectan al bolsillo de hoy para mañana. Pero de esas cosas, también es verdad, se habla muy poco durante las campañas. Que nadie se engañe, incluso ante propuestas tan directas, la abstención seguiría siendo muy elevada, es la divisa de las sociedades hedonistas post-industriales. Así nos va.