Friday, January 18, 2008

AFRICA llora..., una vez más.

Para quienes nos inquieta todo eso de las relaciones internacionales es sólo cuestión de tiempo no pararse de vez en cuando a pergeñar un pequeño análisis sobre la situación de África, y no hacerlo de paso en un tono de profundo lamento. Es sin duda uno de los mayores fracasos de nuestra civilización, que llegada a altas cotas de desarrollo en todos los continentes ya, mira desolada como, todas las recetas posibles para que la cuna del ser humano salga adelante de una vez por todas, se estrellan irremediablemente en una maraña de desastres que malogran cualquier mínimo avance.

Pero como viene siendo norma en mí, no voy a rehuir el debate sobre ciertas dudas poco convenientes que bien podrían afear este modesto análisis. Porque si bien es cierto, como bien me decía un buen amigo no hace mucho, que Europa no es del todo inocente al abandonar un continente en la desesperación tras más de un siglo de colonialismo implacable y voraz, no es menos cierto que en muchos casos van ya más de un par de generaciones desde que una gran parte de aquellos países accedieron a la independencia y, por tanto, no puede decirse que no hayan sido dueños de su destino desde entonces. De hecho, es ya un dato de sobras conocido que el PIB del continente en su conjunto es ahora inferior al de hace 40 años, cuando la mayoría de sus países habían recién salido del yugo colonial. Acaso el ejemplo más lacerante sea el de Nigeria, que disponiendo de un mar de petróleo en su subsuelo y bajo sus aguas continentales, sigue deprimiéndose en mitad de la pobreza extrema, habida cuenta que sus beneficios no llegan jamás a la población. Es, claro que sí, la corrupción. África es presa en su mayor parte de élites borrachas de dinero y poder y que no dudan en extender la corrupción y la violencia con tal de perpetuarse en la cúspide de su hegemonía. Kenya es sólo el último y más doloroso ejemplo de todo ello.

Europa, ante todo esto se debate entre dos posturas, y confieso que, de las dos, no sé cuál es peor: la de Durao Barroso, que en la última cumbre de jefes de gobierno Europa-África manifestó tan tranquilo que si debieran vetar jefes de estado o de gobierno por sus carencias en términos de respeto a los derechos humanos, acabarían por no reunirse con nadie, o la de Gordon Brown, que declinó su invitación a asistir a la cumbre ante la presencia de Robert Mugabe, Presidente de Zimbawe, pero que sin embargo semanas antes recibe emocionado en Londres, con toda la pompa imaginable, al Rey Saudí, en cuyo país el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales atraviesa una difícil situación, sobre todo si hablamos del estado por el que atraviesan colectivos más concretos como mujeres, gays, etc.

Supongo que tampoco es que haya mucho margen de maniobra. Está claro que nadie más y mejor que ella misma puede ayudar a salir a África de su histórico desastre. La experiencia nos dicta cuán contraproducente puede resultar instaurar la democracia en un territorio sin contar con la anuencia manifiesta de sus gentes. El apoyo europeo no deberá cesar, pero tan importante como el soporte económico será el sustento, si me permiten, "anímico", tratando de fomentar los valores de la democracia entre sus gentes y haciéndoles saber que sólo ellos podrán sacar a su territorio del dominio de la inquina.