Monday, November 09, 2009

Sin título


Debía ser media tarde cuando desperté algo aturdido en la cama del box número 6 de urgencias. Pero ni siquiera de eso puedo estar seguro, porque las horas en la cama de un hospital se difuminan de tal manera que llegas a perder realmente la noción del tiempo. Entre eso y el efecto de la morfina, lo cierto es que me enteraba de todo a medias, sólo a medias. Traté de incorporarme pero un dolor todavía controlable en el costado me recordó que era rehén de una piedra en el riñón que, hecha añicos mediante litotricia, aún me mantendría luchando -¿exagero?, creo que no- un día o dos más. Paciencia, me repetí. Quise pensar que sería el último capítulo de un verano para olvidar, con varios ingresos intempestivos que de forma regular me recordaban la fragilidad y brevedad de mi ser - y tampoco exagero-. Las horas del hospital también dan mucho qué pensar, y no siempre en la dirección deseada.

En ese momento me encontraba sólo y en pijama azul cielo, Mari Carmen y Pili habían salido a tomar un café probablemente. Miré alrededor tratando de reconocerme en aquel sitio. Escuché que hablaban fuera de la habitación. El box no tiene puertas, apenas una cortina te separa del pasillo de urgencias. Traté de incorporarme un poco con la intención de prestar mayor atención a la conversación que se desarrollaba, y como quiera que la cortina no llegaba hasta el suelo, incluso podía divisar los pies de esas dos personas. El médico llevaba unos zuecos verdes de plástico y unos pantalones sanitarios verdes. El familiar de la paciente que se hallaba en el box número 1, justo enfrente mío, llevaba unos zapatos marrones bajo unos pantalones oscuros.

- No le puedo dar mejores noticias, lo lamento de veras -le dijo el médico.
- Lo sé y se lo agradezco. No sé ahora cómo le explicaré todo esto a ella.
- No se preocupe, eso lo haré yo e intentaré hacerlo de la mejor forma posible.

En ese momento, una enfermera joven, atenta y muy sonriente me ha vuelto a suministrar un calmante por vía intravenosa -¿lo digo bien?-. Qué bien sientan las sonrisas en mi situación, pienso. En poco tiempo el sopor acumulado y el efecto del nuevo calmante, no sé cuántos ya, hacen su efecto y vuelvo a dormir. Me despierto, no sé cuánto rato ha pasado, y todavía metido en la camilla me sacan de la habitación para hacerme una nueva radiografía. Al salir de allí, mi cuello se gira como un resorte mecánico hacia el box número uno. Está vacío, la cortina está abierta y una señora del servicio de limpieza va pasando con rapidez una fregona. La verdad es que no me atrevo a preguntar qué ha pasado con aquella paciente, ni tampoco tengo muchas fuerzas para mantener una conversación. No la conocía de nada, creo que ni si tan siquiera pude ver su cara. Aún así no puedo evitar sentir cierta opresión en el pecho. Todavía ahora me pregunto tímidamente qué sería de ella.

Han pasado varios días ya desde que salí del hospital. Es mediodía y salgo de la autopista para tomar la comarcal que me lleva justo de frente hacia Collserola por el lado del Vallés. Mientras contemplo al volante todo lo largo de la sierra, la verdad es que todo me parece mucho más verde, más azul, más luminoso. Cojo mi raqueta y salgo a la pista. Allí me espera Santi, el "coach", le digo yo. Veintitantos, casi metro noventa, esbelto y con un tsunami en cada uno de sus brazos. Con él aprendo una vez por semana a moverme con mayor sentido por la pista y de paso juego ese partido que nunca ganaré. Una hora. He sudado de lo lindo. No he sentido dolor.

- Me alegro de que estés bien de nuevo, Óscar.
- Gracias, "coach". Yo también me alegro.

Tuesday, July 14, 2009

GONE TOO SOON


En cierta ocasión presencié un juicio de los duros. La misma juez parecía abrumada por la envergadura del asunto. Al acusado le pedían setenta años de cárcel, nada menos, por haber presuntamente abusado sexualmente de cinco menores. El día de la vista, el abogado interrogó con paciencia a cada una de las víctimas, ya mayores de edad (cosas de la justicia) con un resultado sorprendente: uno tras otro, todos negaron, tras una una presión mínima en el interrogatorio, los abusos perpetrados. Reconocieron ante el juez que la denuncia respondía a que, siendo menores, se vieron presionados por terceras personas a intentar sobornar al acusado por un poco de dinero. Si estos pequeñajos fueron capaces de tamaña tropelía por unos cuantos billetes, de qué no serán capaces otros teniendo a tiro toda una fortuna.

Michael J. nunca fue partidario de enfrentarse directa y personalmente a las acusaciones, infundios, calumnias y a toda la clase de mentiras y leyendas que durante décadas vertieron sobre su figura. Apenas una escueta nota de prensa, unas pocas palabras en su web sin mucha trascendencia fue todo su bagaje defensivo ante un arsenal de basura sin fin. Nunca ofreció personalmente carnaza porque nunca se movió a gusto ante los micrófonos de periodistas, y para cuando reunió las fuerzas suficientes para colocarse ante una cámara en primer plano para hablar sobre sí mismo en una entrevista, el alud de porquería que sobre él vertieron durante años hacía que cualquier cosa que M.J. contara sobre sí mismo, por nimia que fuese, se pusiera en tela de juicio. La transformación de su imagen tampoco le ayudó. Le tenía completa y profunda aversión a mostrarse tal y como era fuera del escenario. Porque era en escena, sobre la zona de baile, donde se expresaba como nadie, donde sacaba la furia de un tigre, la delicadeza de un poeta, el gusto al riesgo de un acróbata; sí, allí precisamente, en el mismo sitio donde muchos otros lo han intentado pero donde nadie era capaz de seducir y maravillar como sólo él era capaz. Ese fue su error, creer que expresar sobre la escena un amor sin límites al ser humano (Heal the world, Man in the mirror, Black or white, Gone too soon...) era suficiente como para que le creyeran de verdad. El estaba convencido de que cantando y componiendo enviaba claros sus mensajes y que de veras llegaban, pero no era así. Allí arriba, sobre la escena, donde él quería que le escucharan, todos contemplaban su genio abrumador e incontestable, pero en realidad el brillo del genio no dejaba ver el mensaje.

Ni siquiera de cuerpo presente ha tenido el descanso de cualquiera, los más ruines correveidiles y juntaletras británicos corrieron raudos a seguir vertiendo suciedad sobre su cadáver: que si estaba calvo, que si se hallaba inútil y deteriorado... Los forenses han negado las nuevas patrañas y el vídeo de sus últimos ensayos deja claro que Michael seguía en una forma envidiable, depresión aparte... Eso sí, los desmentidos no han evitado que los tabloides ganaran lo suyo a costa de su muerte. Lo que a mí me extraña ciertamente es que Jacko aguantara tanto en esa eterna persecución sobre su persona, yo no creo que la mayoría de nosotros resistiera tanto asedio. Me vais a perdonar que sea tan partidista, pero yo prefiero quedarme con la impresión de la gente que lo conoció de veras, de los íntimos que lo trataron: Quincy Jones, Rod Temperton, Stevie Wonder, Liz Taylor, Babyface, Brooke Shields, su familia, sus hijos, sus músicos y su cuerpo de baile. Todos, sin excepción, le adoraban.

Compré mi primer disco de Michael J. en Dublín, hacia el año 77 o 78. Bueno sí, vale, en realidad era un cassette. Estaba de viaje de estudios. Se trataba de una recopilación de éxitos que Michael había cantado en solitario siendo un niño y luego un adolescente (Rocky Robin, She is out of my life, Ain't no sunshine, One day in your life,...). Creo que nunca más compré otro disco con mayor convicción y con la sensación íntima de llevarme una pequeña joya personal e intransferible. Ya entonces pasmaba el genio de su voz y su tremenda soltura en todas las facetas de la interpretación. Aquel mismo año me grabó mi primo Alberto el Off the World en otra cinta, y a mi mente la pasé tal cual la escuché por vez primera sin dejarme ni un solo acorde. Me pareció enseguida el disco perfecto, insuperable: bailable, con ritmo, elegante, con un sonido inigualable, con unos músicos geniales y unos arreglos excelentes. Hasta que llegó Thriller, y arrasó con todo (ya lo profetizaron años antes, Video killed the radio star...). Casi nada se pudo resistir a tener cerca las melodías del mejor álbum de la historia, no había programa musical, en radio o televisión, que se atreviera a emitir un programa sin acudir a un tema o a un video del rey del pop. El vídeo lo vi por primera vez en una discoteca que ya no existe, el HJ, en Montcada i Reixac (Bcn), y aunque ya en la distancia se mira con otros ojos, yo también fui víctima de aquel gran despliegue de medios que hizo del video musical una nueva categoría de arte más que un recurso promocional.

A finales de abril de este año paseaba con Mari Carmen por Piccadilly Circus, en Londres. En la misma plaza se halla una tienda de recuerdos y objetos turísticos, a cual más estridente. Un cartel a grandes letras sobre la puerta de entrada anunciaba la venta de entradas a los conciertos de Michael por 150 libras esterlinas en los que iban a ser sus últimos conciertos de por vida(debían comenzar precisamente ayer). Realmente tuve que hacer un esfuerzo por contenerme y no adquirir dos entradas para poder revivir aquella noche del 9 de agosto de 1988, en el Camp Nou de Barcelona. Obnubilado por el espectáculo, todavía recuerdo su salida a escena como si fuera ayer; pantalones negros ajustados, mocasines con calcetines blancos, cazadora blanca repleta de remaches, coleta al viento..., comienza el estruendo de la batería, Michael parece estremecerse y suena "I wanna be startin' something"...

Te fuiste muy pronto, Michael. Gone too soon.


Thursday, June 25, 2009

TEQUILA SUNRISE versus Piña Colada



Ayer tarde me encontraba en la terraza de mi habitación del hotel, en Playa Blanca, Lanzarote. Sólo a título informativo, os diré que, sentado allí, contemplaba una espectacular vista del estrecho que separa Lanzarote de Fuerteventura y el islote de Lobos, apenas dos kilómetros de mar y un horizonte culminado de bellos y viejos volcanes. Creo que merece la pena haber viajado hasta aquí sólo para disfrutar de la vista de este pequeño y apartado trecho de mar, a veces salpicado por la aparición siempre agradable de un grupo de delfines. De vez en cuando bajaba la cabeza para seguir leyendo la primera parte de Millennium (la verdad, no está nada mal). Aparte de eso, estos días mi exclusiva preocupación ha sido tener que elegir entre tomarme un Tequila Sunrise o una Piña Colada. Creo que ha habido empate, no podría asegurarlo.

Cuando comenzaba el ominoso capítulo en que la heroína es brutalmente agredida por un malvado abogado -siempre abogados-, suena mi móvil. Es Tomás M.. Mi amigo Tomás es un amigo que hemos compartido todos los hermanos en nuestra familia. Curiosamente, con cada uno de nosotros tenía algo en común. Debe ser que como nosotros nos hemos llevado tan poco en términos de edad, no costaba mucho avenirse con todos. Así, la ventaja era manifiesta, por el precio de uno te llevabas toda una pandilla. Personalmente he compartido con él muchos ratos de buen fútbol y otros de no tanto, en campos de juego hostiles de esos que abundaban tanto en los barrios del extrarradio de BCN -como el mío de procedencia-, siempre antes de que proliferaran tan salvajemente las canchas de hierba artificial y le quitara un tanto de heroísmo al fútbol federado aficionado. Tomás tenía, como solemos decir los del gremio, "un guante" en la pierna izquierda. Era el suyo un estilo muy elegante con la bola en los pies, y un tiro lejano que viajaba a puerta como un misil teledirigido. A pesar de su talento innegable, era, todo sea dicho, un poco vaguete a la hora de defender. Otra de sus notas características es que es un amante de los viejos refranes castellanos. Lo malo es que a veces le falla la memoria y los mezcla, y cuando lo hace, yo me parto sin remedio: "hasta el treinta de mayo, aguas mil y...".

A su manera, Tomás es un tipo realmente inteligente. Tiene cuatro reglas básicas para funcionar en la vida, y ese breve guión lo hace servir con suma eficacia para todo. Familia, amigos, trabajo y vivir bien.

"Estoy bien, te puedes imaginar", le contesté. Estuve de fin de semana con él no hace mucho en Arnés, un pueblo de la comarca de Matarranya, en la Terra Alta, un paisaje privilegiado que linda con la provincia de Teruel y a los pies de Els Ports del Beceit. Estábamos en la piscina del hotel rural vigilando a las niñas que llevaban más de una hora en el agua y sin visos de querer salir en otra hora más.

-¿Por qué has tardado tanto en venir antes? -me preguntó desde su tumbona.
-Me quedé en la habitación viendo la tele. Tenía curiosidad de cómo habían quedado las elecciones en Irán. Qué raro -le dije-, ha ganado Ahmadineyad. No me lo esperaba. Parece que hay follones en la capital, los estudiantes han salido a la calle y las protestas se agravan.
-No me extraña. Demasiadas pocas cosas pasan habiendo tanto cafre suelto por ahí. ¿Sabes una cosa, Òscar? Yo no entiendo la gente que no va a votar.
- Bueno, no deja de ser una opción legítima -opiné.
- Sí, seguramente sí. Pero cuando pienso la cantidad de gente en el mundo y en nuestro país que ha muerto por poder tener el derecho que disfrutamos nosotros, no lo entiendo.

Seguramente yo tenía respuestas para ofrecerle resuelto ese dilema. Pero su vieja y sencilla lógica me dejó un poco cao y me dio por reflexionar a bote pronto, como se suele decir. Me acordé de esos estudiantes corriendo delante de la policía en las calles de Teherán que, una vez más, como en otros tantos lugares, se jugaban literalmente el físico reclamando un derecho y la limpieza de su ejercicio. Me acordé sobre todo de esas mujeres, armadas de coraje inaudito, cuyo papel sigue siendo secundado de forma grave e ilógica (y digo "sobre todo", porque en ese país hay una policía especializada en "buenas costumbres", que vigila por la corrección -machista- de la indumentaria que muestran las mujeres, pudiendo ser severamente castigadas si no lucen de acuerdo con la norma establecida por los "guardianes de la fe").

Muy al contrario de lo que suele decirse, esos estudiantes sí que se juegan mucho, nada menos que su futuro y el de sus hijos. Todas las generaciones requieren de unos cuantos esforzados y atrevidos visionarios, que, arriesgando su propia vida, nos recuerdan a los demás que nuestro bienestar y nuestra libertad, como la que yo ahora mismo estoy ejerciendo al redactar estas reflexiones, no sólo debe lograrse, sino también cuidarse y conservarse. Mi deseo de la mayor fortuna para esas/os heroínas/héroes anónimas/os.

Playa Blanca ( Lanzarote), 24 de junio de 2009.

Friday, June 12, 2009

Una de cal y otra de...



Haces unos días mi amigo Santi, con quien juego a tenis de vez en cuando, me confesó que leía este blog. Me animó a que lo hiciera más a menudo. No es una cuestión de tiempo, le dije, se trata a veces de tener algo verderamente interesante qué contar, lo demás no sería más que una pérdida de tiempo para quien me lee. Lo de escribir sin apreturas tiene eso, que lo dejas para cuando tienes tiempo o algo te llama poderosamente la atención. El peligro reside, precisamente, en verte en la obligación de escribir y someter tu jucio a diario a un gran grupo de personas; es más fácil equivocarse de lo que parece.

Esta vez me he decidido a hacerlo porque abrigo una sensación agridulce, en términos sociales, sobre lo que veo que pasa a mi alrededor y necesito sacármela de encima, si me lo permitís. Lo cierto es que mayo, salvo el ominoso accidente de aviación de Air France, había traído buenas noticias y sobre todo un hálito de esperanza a las maltrechas economías europeas. La venta de coches en España, merced a los impulsos gubernativos y sin todavía registrar números de hace un par o tres años, se han recuperado bastante y logran garantizar la economía de muchas familias de este país para una buena temporada. Los precios de hipotecas así como de la cesta de la compra van a la baja, la bolsa se va recuperando del enorme y largo susto, e incluso los números del paro se contienen a nivel estatal con la vista puesta ya en el verano.

Desde el otro lado del Atlántico muchas entidades financieras se encuentran ya retornando débitos al Estado federal en un signo claro del retorno de la confianza a los grandes bancos. La fiolosófía de la regulación y del control sobre los mercados financieros están dando sus primeros frutos. En política internacional, se plantea una campaña electoral en Irán con una fuerza reformista y democrática, basada en el voto juvenil, que hace insuflar esperanzas para el futuro de Oriente Medio, lo que es decir para el mundo en general. (La guinda del pastel la puso ese inmenso Barça que con su espectacular ramillete de títulos hizo disfrutar del fútbol a propios y extraños, recolectando admiración y loas desde los cinco continentes).

Y todo eso son buenas noticias, aunque no queramos verlas de esa forma. No se trata de nada definitivo, de acuerdo, pero el que se presenten signos positivos en la forma que sea significa que ya ha de lucharse sólo por su estabilización y por su mejora, que tenemos un buen camino por recorrer con paso firme y sin mayores dudas. Con la confianza volverá el consumo y la enorme máquina de la economía, ya bien engrasada, volverá otra vez a rodar.

Pero mira tú que junio, con el incremento de las temperaturas, me ha retornado a mi tradicional postura de escepticismo de la que no logro deshacerme desde hace mucho tiempo. Las elecciones europeas concluyeron con una triste y bochornosa campaña electoral en la que se habló muy poco de Bruselas, siendo como es que allí ya se decide más de un sesenta por ciento del cuerpo legislativo que rige nuestra vida diaria. No acabo de comprender cómo, y no sólo en España, la clase política se esfuerza en hacerlo todo tan tan mal. Así las cosas, el avance de la derecha más conservadora en el Parlamento de Estrasburgo es ya un hecho y eso no es una buena noticia para nadie. Por otra parte, el petróleo ha vuelto a las suyas y ya empieza a planear por encima de la cota de los setenta dólares, con una tendencia alcista que parece bien consolidada. Es tiempo de recoger para especuladores.

Por si poco fuera, hoy me desayuno con la noticia de que un supuesto "ser superior" se la ha pasado por la cabeza fichar un tuercebotas para su equipo del alma por una nadería de noventa y cinco millones de euros (a esto súmale impuestos, comisiones, y el sueldo del chaval, que también comisiones e impuestos aparte, no querrá salir de corto sin cobrar menos de quince millones de euros por temporada). ¿Se han vuelto locos?, ¿se han preguntado la de problemas que se podrían arreglar con ese dinero? No es ninguna demagogia, políticos y dirigentes de toda Europa han dicho ya abiertamente que se ha traspasado todos los límites de la cordura. Yo añado de la cordura y de la decencia. Pagarle ese dinero a un niñato bonito, por muy bueno que sea (que nada garantiza, porque ya perdió hace poco una copa de Europa de muy malos modos) es simplemente indecente, y nada justifica, nada, esa barbaridad. Y lo dice alguien, como bien sabéis, amante del buen fútbol.

De inmediato lo pretenden justificar, desde todas las teles y periódicos nacionales de este país, con el falso y triste argumento del dinero que va a generar el futbolista a su club. Mentira. Eso ya ha pasado con otros fichajes anteriores en ese mismo club, y la entidad mantiene una deuda desde entonces de la que todavía no se ha recuperado.

En este momento quisiera recordar que una de las más extendidas y unánimes conclusiones que nos ha dejado esta longeva crisis es la falta de rearme moral y el vacío de valores que ha provocado semejante depresión. Fueron desalmados ejecutivos de grandes firmas norteamericanas que, aprovechando la falta de regulación y control políticos y combinando ambición y egoísmo sin límites con absoluta incompetencia e irracionalidad en la gestión, los que provocaron el crack financiero a nivel planetario. Hay quien, obnubilado por falsas urgencias y más bien pobres pasiones es incapaz de aprender nada bueno. Se acabaron los dulces sueños, amigos, los tiburones vuelven a la realidad.

Tuesday, May 19, 2009

GOLDEN TOURS, S.A.. "Ces't Formidable!"



Creo recordar que todavía no había cumplido veinte años. Llevaba una mala racha encadenando notas mediocres en la facultad, y lo peor es que en ese momento la cosa no tenía visos de cambiar a corto plazo. Admito que no estaba muy acostumbrado a que las cosas no salieran como yo preveía en ese terreno. Estaba sumido en un mar de dudas e inseguridades, acaso las propias de la edad cuando comienzas a notar ya en la nuca el aliento de las responsabilidades verdaderas que se acercan sin remedio. Lo único que se me ocurría para apartar ese molesto despiste que me embargaba era salir y salir como un poseso, como si cada noche fuera la última, como si detrás de cada copa ya no hubiera ninguna más. Lo malo es que cuando despertaba, la realidad volvía tozuda para recordarme que la vida no tiene paréntesis en esa época de tu trayectoria, que aunque no estés muy preparado todavía has de decidir rápido y procurar no equivocarte mucho.

El caso es que en esa tesitura llegue un sábado de madrugada a mi casa. No había dormido ni dos horas y mi madre me increpaba para levantarme y para que me fuera rápido al "examen de guías". ¿De qué?, le contesté algo resacoso. Sí, te lo expliqué el otro día, y te dije que... En fin, así que, más por no oírla a ella que por convicción propia ( "si has tenido -bip,bip- para salir de noche, ten ahora para afrontar tus obligaciones"-¡guau, me dije!-), me dirigí a la calle Aragón, 249, con una buena pastilla encima para el dolor de cabeza y así acabar con el maldito y molesto asunto del examen que me había buscado mi "pesada" madrecita. Aunque no entraré en detalles, sí diré que el examen -oral- que simulaba una situación real en un autocar frente a los clientes, me salió bordado probablemente porque la tranquilidad que concede la inconsciencia me inyectó una serenidad a prueba de bomba que llamó la atención del examinador, mi futuro jefe. El miércoles siguiente y sin avisos previos guiaba ya un autocar desde un seminario de Toledo ( "Legionarios de Cristo", si no recuerdo mal) hasta San Pedro de Roma, a la beatificación de no sé que notable miembro de la congregación -dicho sea con el mayor de los respetos, por supuesto, faltaría más-.

Así comenzó mi breve pero muy intensa carrera de guía turístico, siete u ocho años, que me llevó, junto con otros queridos compañeros, a errar por esos mundos de Dios durante unos años que, tal y como dijo mi amigo y jefe Vicente la otra noche en Can Soteras, fueron quizá los mejores de nuestra vida. Que ¿por qué? Creo que pocos hemos disfrutado del placer de respirar el mundo y la historia en vivo y en directo a esa temprana edad, un trabajo entonces bien pagado y que daba la oportunidad de conocer a cientos de gentes interesantes -o no- en lugares incomparables. Por poner un ejemplo, algunos tuvimos el raro privilegio de ser testigos de las revoluciones democráticas de los países del este europeo de finales de los ochenta, de asistir en primera fila a la lenta caída del imperio soviético, de ver venir el desastre que se respiraba en los Balcanes, por mencionar algunos de los hechos históricos más relevantes que ha vivido nuestra generación.

Pero a mediados de los noventa el sector turístico había cambiado rápida y profundamente. Una nueva generación de españoles, los de la beca Erasmus, ya viajaba tranquilamente por su cuenta sin necesidad ni de guías, ni de autocares, ni de mapas. Hablaban idiomas e iban bien preparados. Como mucho, se apuntaban al interrail. Se acercaba ya la época del "todo incluído", del "low cost", el nacimiento de internet como fenómeno global, la sociedad de la información, etc. Europa se había convertido en nuestro patio trasero de ocio y descanso y, por las razones que fueran, nuestra querida empresa le costó adaptarse a todo eso junto y terminó por desaparecer. Las semanas siguientes después del cierre, aunque yo hacía tiempo que no ejercía de guía, las viví con cierta turbación, me costó digerir que algo que tanto bien me había hecho desapareciera de repente. Era como si de sopetón me arrancaran de forma violenta un par o tres de las mejores páginas en mi álbum de recuerdos. Dejé de ver a mis compañeros, les perdí la pista a la mayoría, seguro que por mi culpa, no digo que no, y el "universo Golden" se me esfumó.

No hace mucho tiempo pasé con el coche por delante de las oficinas de la antigua terminal de Golden. Hubiera jurado que habían colocado un sex-shop en esas mismas instalaciones. "Óscar, no es tan malo. En el futuro estos locales serán tan necesarios y numerosos como las farmacias", me soltó un amigo cachondo como extraño consuelo. "No estoy muy seguro de eso", le contesté.

El pasado viernes por la noche, merced a una celebrada y nunca bien ponderada iniciativa de unas cuantas compañeras (Mil Gracias a Palmira, Nuria M,. Inma, Cristina...), nos reunimos de nuevo la gran mayoría de la empresa en Can Soteras. Para mí, como para todos, imagino, fue una noche muy especial y emocionante. A mi mente y de golpe volvieron bellos recuerdos adormecidos: unas risas en Versalles con Jordi, una shisha en el Khallili con Pablo, un café con María, Andrés y Xavi en Florencia, cerca de la Signoria, unas ostras en Charlot con Josep tras dejar a los clientes en el Moulin Rouge (Ces't Formidable!), un cigarro con César en la explanada de las Pirámides, un paseo con Fernando en un parque en Sofia, un breve remojón en faluca por el Nilo en Aswan, un atardecer en el templo de Philae, un vals en Viena,... El viernes por la noche entendí por fin que Golden en realidad no había desaparecido, que la empresa seguía bien viva entre nosotros y por nosotros. Esa noche dormí alegre y tranquilo. Hasta pronto compis.






Tuesday, May 05, 2009

"FUTBOL ES FUTBOL" (V. Boskov)







El sábado por la tarde no vi en directo el partido del siglo. Me encontraba viendo un espectáculo de bailes regionales y luego otro de de jazz y hip hop, con mi familia, en la plaza del ayuntamiento de Cerdanyola. Eran las fiestas mayores de la ciudad, el "Roser de Maig". Cuando Sergio, un amigo que también se encontraba con su familia (igual de motivado que yo) viendo el espectáculo de baile, me dijo por primera vez que al poco más de media hora el Barça le metía 1-3 al Real M., creí de veras que me estaba vacilando. Él mismo lo dudó al comprobarlo por segunda vez en su móvil, y volvió a cerciorarse de la misma forma cuando los azulgrana rompían la barrera mítica de los cinco tantos en campo contrario. No dábamos crédito a los datos que ofrecía la telefonía. Más tarde, comprobando el alboroto que se generó en la calle nos miramos con la secreta esperanza de que el golpe de mano de Guardiola en el Bernabeu fuera cierto.

Ese mismo día por la mañana algo en el aire decía que se podía estar gestando una tragedia deportiva. En la SER entrevistaban a Dª. Esperanza Aguirre ("Espe", le llaman popularmente) y tampoco daba crédito a lo que oía cuando la gobernante concectaba en un extraño escorzo dialéctico el levantamiento del 2 de mayo contra los franceses en Madrid y el partido entre los dos grandes. Apelaba a la famosa épica histórica para que se repitiera una gesta del conjunto blanco. Como practicante de este deporte desde bien pequeño ya me parece extraño , aunque pueda comprenderlo, que se conecte política y deporte, pero roza el paroxismo que se liguen historia -bélica- y deporte. Tal y como se la oía hablar a Dª. Esperanza ("voy vestida de morado, el segundo color de mi equipo"), daba la sensación de que todo estaba preparado para una gran fiesta en la que el equipo culé sería la víctima propiciatoria. Luego me enteré por los diarios, que de hecho el ayuntamiento de mi querida Villa y Corte, en previsión de un nuevo asalto de exaltados hinchas, había rodeado el maltratado monumento de la Cibeles de vallas disuasorias.

El exabrupto de Dª. Esperanza (total, uno más) se enmarcaba en unos meses de presión mediática contra los barcelonistas para que cesaran en su intento de atacar el campeonato -como si tuviera dueño en exclusiva- con un supuesto y engañoso buen juego ante otros equipos que, según ese sector de prensa, no se empleaban a fondo contra los blaugranas. Según esos mismos miopes, los árbitros eran muy proclives a favorecer a los barcelonistas (serán campeones por decreto, decían algunos). Se atrevían incluso a señalar una presunta cofradía de oscuros directivos que habían urdido un complot nacional para perjudicar a los merengues ("villarato", decían). Apelaban, para colmo de su ceguera, a la presunta endeblez mental de sus rivales (canguelo, cagódromo,...) que seguro finalizaría con una sonada derrota en la capital. Todo esto venía de periodistas profesionales, consagrados, presuntamente entendidos e incluso de algún que otro profesional del fútbol abandonado a sus colores y a su aburrida y barroca verborrea...

A todo eso pasaban las semanas y el Barça seguía calladamente deleitando a propios y extraños a base de juego preciosista, de trabajo humilde y de goles como catedrales. Pep avisó a navegantes semanas antes del encuentro: en el Bernabeu no nos vamos a esconder, veremos quién corre y quién no, quién se emplea a fondo y quién no. Su prudencia, como varias otras de sus cualidades, -valores gestados en La Masía- está creando escuela.

Ayer por la noche pude ver el partido repetido. No salí de mi asombro. No eran los seis goles, sino la forma de ejecutarlos. El modo ligero, sutil, preciosista de acercarse a la portería contraria, la forma sana, divertida y ambiciosa de combinar juego y ataque, la solidaridad, el compañerismo, la voluntad compartida de socializar el esfuerzo para detener al contrario; la honradez de querer sólo jugar y ganar, sin perder tiempo, sin dar patadas, ante todo respetando al rival, al público, al espectáculo. Es el fútbol tal y como los soñábamos cuando íbamos al colegio, el querer ganar sin mirar minuto y resultado, el divertirse porque es un deporte bello si lo practicas sanamente. Pero, además, por si poco fuera todo sabe mejor porque son chavales de la casa en su gran mayoría, gente de esfuerzo honrado y comprometido, que sabe lo que a la gente le importan (¿deberían tanto?) sus colores, y no diosecillos mimados, niñatos con dinero que sólo juegan por comprarse deportivos y frecuentar lobas estupendas.

A todos, a tirios y a troyanos, a todos los que nos gusta sobre todo practicarlo, nos pone y de qué manera el fútbol del Barça (gane o no la liga) y nos encanta que un equipo así gane y lo haga de esa forma, limpia y brillantemente, sin trampa ni cartón, sin trucos ni atajos, sin reservarse, con espectáculo y diversión, porque simplemente son los mejores, porque se han esforzado para serlo. Felicidades superdotados.

Tuesday, April 28, 2009

¿FRIVOLAS?








Las 9,05 de la mañana. He dejado a la niña en el colegio y me dispongo a tomar la C-58 para Barcelona. El embotellamiento es de campeonato; qué novedad. Para evitar que los nervios me deshagan, pongo la radio y sintonizo una tertulia. Una señora indignada clama a voz casi en grito que la foto de Leti y la Bruni en la portada de casi todos los periódicos es "una vergüenza, algo intolerable, para eso las mujeres no hemos luchado tanto, con lo que nos ha costado llegar hasta aquí, esa es una manera de cosificarnos, de degradarnos y de hacernos más dependientes...". Según parece le molesta sobremanera que las fotos del encuentro, en algún lugar incluso de espaldas, dejen contemplar la silueta estilizada de ambas notables damas.

Me la estoy imaginando a la señora quejosa, y además puedo hacerlo fácilmente porque también es habitual de las tertulias de ciertos canales conservadores de televisión que funcionan desde no hace mucho. Curiosamente, la señora indignada y un servidor compartimos hace años un breve espacio en un reportaje de televisión en un telediario, a propósito de un caso en el que yo actuaba de defensor en una supuesta compraventa de un bebé (que luego no fue tal, pero eso ya no se supo porque los finales felices no deben parecer una buena noticia). La ex- ministra, con todos mis respetos para su extenso currículo político y profesional, ofrece, no sé si casualmente o no, un aspecto más bien dejadote y poco glamuroso en sus comparecencias televisivas. Ignoro si esa es o no su intención, la de ofrecer una imagen descuidada y dura para que alguien la asocie con un temperamento muy profesional y comprometido, pero si es así en mi opinión va muy equivocada.

Por otra parte, a esa hora todavía no he visto las fotos, pero precisamente esas dos mujeres que suben la escalera de palacio con natural distinción, no resultan un ejemplo acertado de mujer dependiente, ni mucho menos; es público y notorio que ninguna de ellas esperó a que sus hombres las rescatara del oscuro anonimato. Las dos, me caigan bien o no, tienen un pasado personal y profesional de lo más profundo, fértil, e incluso exitoso. Una de ellas ascendió socialmente desde su profesión de informadora, desde la misma base hasta la cúspide; la otra, una vez precozmente retirada de su profesión, no se dedicó a vivir de los beneficios de su belleza , su posición y de su fama, todavía tuvo la valentía de componer música, venderla con éxito y convencer a público y crítica. Es más, yo diría que congeniarán seguramente no más se conozcan, porque ambas, luchadoras, conquistaron unos territorios sociales que hasta no hace mucho les estaría vedado por la más estricta -y algo anacrónica- de las etiquetas. Mujeres de la misma generación, respirarán aliviadas por encontrarse con alguien similar que entenderá su lenguaje y sus deseos sin juzgarlos. Yo hasta daría unos cuantos euros por asistir callado a una conversación confidencial entre ambas.

Las 9.30 de mañana. Tomo el metro. Frente a mí acaba de sentarse una mujer de mediana edad de bellos rasgos trigueños. Coge el bolso y echa mano de su kit de supervivencia urbana. Delicadamente, siempre delicadamente a pesar del molesto bamboleo del tren, la chica comienza a pintarse los ojos. Con discreción observo sus movimientos, son precisos, delicados, artesanos, con la misma sutil dedicación de un antiguo orfebre. Lo cierto es que personalmente me resulta una imagen de lo más agradable para comenzar el día, y casi que estoy por agradecérselo. A continuación repite idéntica operación con los labios (el color quizá un poco subido, pero...). Acaba en un periquete. Se mira en el espejo y el resultado parece satisfacerla. A mí también, le hubiera dicho. De repente alza la mirada y descubre su parada. De un -siempre- delicado salto se planta en el andén. Chica muy ocupada, seguro. Chica trabajadora, seguro que también.

A continuación, las 9.35, el pasajero de mi lado se levanta y deja un ejemplar de diario gratuito. No puedo evitarlo, paso las páginas con velocidad buscando la foto de las dos "satanasas". A lo mejor, vete tú a saber, se han dejado llevar por los efluvios primaverales y han mostrado sin recato ni pudor, sin querer o queriendo, dos vertiginosos escotes como para dejarlas arder en la hoguera eternamente por un pecado sin redención ni contrición posible... En efecto, aquí está la foto... Las dos juntas, muy monas, muy conjuntadas (burdeos y violeta con bolso y tacones a juego), y sobre todo muy recatadas. Qué decepción, están impecables, muy profesionales e irreprochables. Ofrecen una imagen severa y moderna a la vez. Nada en absoluto indica que además de rubias sean tontas o frívolas. Yo, por más que me esfuerzo sólo veo a dos mujeres jóvenes y cuidadas que suben una escalera en un acto oficial de estado. Me acuerdo de mi ex-ministra y de su espectacular diatriba matutina. Ahora, a la vista de las fotos, lo entiendo aún menos. ¿Acaso para estar ella más tranquila debían lucir esas dos mujeres un aspecto desastroso, en un acto oficial nada menos? ¿Debería la lucha de la mujer ser abanderada por congéneres descuidadas y crispadas, con cara de pocos amigos y alérgicas a la autoestima y el cuidado de la imagen? ¿Aseguraría ese proceder mejores resultados?¿Por qué ella misma es la primera que las juzga tan duramente simplemente por su aspecto?

Thursday, March 19, 2009

MERCEDES.


Cualquier metro urbano es un microcosmos que reduce de forma notable los posibles puntos de encuentro de los habitantes de una ciudad. La urbe respira y se oxigena a través de ellos, son las verdaderas venas por donde corre la sangre de forma acelerada en forma de caras y rostros ajetreados, a veces preocupados, otras distraídos y dormidos, casi siempre cansados. Esta tarde, sin ir más lejos, me he encontrado a J.C., un profesor de la facultad que alguna cosa me debió enseñar hará unos veinte años (y pico, de acuerdo) y del que guardo un grato recuerdo, aunque con toda seguridad él ni siquiera reparara en mi presencia, ni ayer ni cuando era alumno suyo. Otros veinte años pasarán hasta que me lo encuentre de nuevo y , eso sí, me recuerde el hermoso rostro de una rubia, también alumna suya, con la que soñé muchos días, antes de que en una de sus clases me pasara una nota en la que me invitaba, por fin, a un largo café. Lo malo es que aquella rubia, a diferencia del profesor gris, no cogerá el metro nunca con toda seguridad.

Pero no siempre los encuentros funcionan como uno quiere. Ayer por la mañana esperaba en la estación del Clot y giré la mirada. Mercedes estaba allí, y todavía, distraída y preocupada, no se había dado cuenta que yo estaba a su lado (empiezo a pensar que soy la última reencarnación del hombre invisible). Es una mujer madura a la que conocí en el bar de la esquina al lado de mi trabajo donde esporádicamente bajo a tomar un café. A base de tanto vernos en mesas contiguas día tras otro, año tras año, caímos en la cuenta de que compartíamos afición por la literatura (es un hecho conocido que a casi todas las mujeres les gusta leer, otra característica más en la que nos aventajan). Ella es secretaria de dirección en una empresa de publicidad. Como siempre, torpe incorregible, le hice la pregunta retórica de "cómo te va, cuánto hace que no te veía". "No me va bien, la empresa me ha presentado el finiquito que firmaré mañana y estos días voy a arreglar unas cuantas cosas antes de irme definitivamente". Entre que el Ayuntamiento de Barcelona, según ella me dijo, había cambiado una norma que restringía la publicidad estática en vallas y otros lugares al efecto -cada vez es más temido dicho consistorio entre sus administrados, que se lo hagan mirar-, perjudicando severamente a su empresa, y que la contratación por otros conceptos había descendido un horror, el resultado es que ella se iba a la calle, y no pasaría mucho tiempo, me dijo, hasta que la empresa dejara de funcionar.

Es el signo de los tiempos, pensé. Mercedes estaba indignada por cuanto consideraba que era cierto que había crisis, ella era una prueba más de ello, pero estaba convencida de que estaba apareciendo una pléyade de "sinvergüenzas" sin escrúpulos que, al calor de los acontecimientos, aprovechaba para sacarse de encima trabajadores sin mucha justificación. Me continuaba diciendo que la cosa se agravaba porque bancos y cajas no acaban de sacar el dinero que reciben del Estado para facilitar créditos, y que empresas pequeñas como la suya se morían de pura de inanición. Poco antes de bajar en su destino, que desgraciadamente ya no era el mismo que el mío, me confesaba que no sabía que sería de ella una vez que se le acabara el subsidio de desempleo, sola como vivía y sin familia a la que acudir. Entonces me dí cuenta que nunca me había hablado de que estuviera o no casada, por primera vez la reconocí sola, y eso me acongojó todavía más. Se preguntaba quién le iba dar trabajo a su edad tal y como estaban las cosas. Sólo me quedaran los libros, me acabó diciendo a la vez que se esforzaba por sonreír. No supe que contestar, y eso es algo que no me sucede con mucha frecuencia. Compartimos un silencio involuntario de unos cinco o diez segundos, quizá tratando de buscar una solución, o por lo menos una explicación que aliviara la dificultad de entender cómo cambian las cosas en la vida.
Me bajo, aquí, Óscar, hasta pronto y suerte.
Cuídate mucho, Mercedes, le dije tras darle mi primer beso.
Lo haré, no me queda más remedio.



Monday, February 09, 2009

MALOS TIEMPOS PARA LA LIRICA.

Brevemente, me disculpo por tener que retrasar mi sorpresa para un poco más adelante, cuando vaya un poco más ligero de faena.

No me queda más remedio, entretanto, que seguir hablando de esta maldita y persistente recesión (me niego a seguir pronunciando la palabra maldita). Y lo haré en tono de queja, una vez más y contra todos, porque si bien nadie tiene enteramente la culpa del advenimiento de esta turbulencia sin fin, sí que entiendo que hay muchos responsables de no facilitar que salgamos de ella rápida y airosamente. Entiendo que realmente hacen falta agallas para coger el toro por los cuernos, y que no es fácil, pero como ya ha aventurado algún ilustre economista catalán doctorado en Harvard, si no se toman a tiempo medidas serias y valerosas, esto puede acabar en catástrofe.

El gobierno es responsable de no comportarse de forma firme y de no saber liderar con determinación un proceso necesario de concertación nacional. Responsable de pensar más en no perder muchos votos que en sacar al país de la crisis. Debe reunir ya sin más esperas a sindicatos, patronal, banca y a oposición y empezar a hablar en serio de soluciones eficaces y reales. Todos son responsables solidarios de no saber o no querer entender que todas las partes deberán arrimar el hombro en alguna medida para salir conjuntamente de esta grave tesitura, responsables de de no querer entender que ahora no es momento de miras estrechas y de enrocarse en conservar privilegios propios. Han de entender que todos deberán de dejarse algo en el camino, indefectiblemente, para poder mirar hacia adelante con verdadera esperanza.

Los sindicatos deberán esforzarse por entender que debe volverse a la vía de incrementar la productividad del trabajador , en aras de volver a ser competitivos y atractivos para la inversión exterior. Eso significa que deberán ser valientes y recibir la flexibilización del mercado laboral como único camino que puede ayudar a recuperar puestos de trabajos con cierto ritmo sostenido, porque no se puede olvidar que el primer derecho de los trabajadores no es otro que disponer de un sueldo y un puesto de trabajo dignos. Por lo tanto, nuevas condiciones laborales, sobre todo en materia de despido, serían aconsejables, sobre todo para los nuevos contratos .

La patronal se deberá comporometer a invertir de nuevo en recursos humanos y en reformas de la propia empresa, reformas que hagan de ellas compañías más ágiles, modernas y eficaces. Se deberá abandonar la política de altos emolumentos para ejecutivos, altas cotas de beneficios y mayor austeridad en gastos no directamente productivos (imagen corporativa, gastos suntuosos,...). Esta política empresarial, comprometida y socialmente responsable, deberá verse acompañada de incentivos fiscales, de reducción de impuestos, pero sólo para aquellas empresas cuya reducción impositiva se vea revertida en inversión directa en la propia empresa.

La banca, por su lado, debería abandonar definitivamente ese rictus de cierta arrogancia que exhibe sobre todo en los últimos tiempos, hacer acto de contrición y pensar que no es el momento de pasarse al otro extremo, al de la extrema precaución, cuando no hace tanto ellos mismos eran tan osados o más que sus propios clientes pidiendo créditos exacerbados. Ellos han sido corresponsables del alto grado de endeudamiento de familias y empresas y ahora no es momento de hacer pagar a otros los errores propios. No es momento de cortar el crédito a empresas que no habían dado ningún signo de debilidad hasta que la propia banca les ha cortado la savia del crecimiento. Deberían mirar hacia adentro, hacer purga de directivos irresponsables y analizar el dar más oportunidades a emprendedores con tradición de valor y éxito. Al menos a éstos, que no paguen justos por pecadores. Y claro que sí, tratar de ser más comprensivos con las familias, al menos las cajas de ahorro, que guardan en sus estatutos objetivos sociales, según ellos mismos declaran a menudo en su imagen corporativa y su publicidad.

La oposición. Primero, que abran ventanas y dejen entrar aire fresco. Que limpien rincones sucios y oscuros, que se tengan más respeto y miren la moderación de sus homólogos europeos a la hora de hacer política. Que dejen el catastrofismo y el oportunismo, ellos también prometieron más de 2 millones de puestos de trabajo en las últimas generales y también se equivocaron en sus previsiones de crecimiento, según rezaba su propio programa electoral. Deben ir al alimón con el gobierno en esta hora difícil, dejar el partidismo de lado y apoyar las reformas duras e impopulares que deben tomarse ineludiblemente. Altura de miras y responsabilidad, que, queridos amigos, son malos tiempos para la lírica.

Todos tienen su papel muy bien definido, y además lo saben, se trata de ejercerlo con valentía, con rigor, con responsabilidad y con sentido del servicio a la colectividad. ¿Acaso es pedir demasiado? Pues si es así, que se esfuercen, no queda otra.