Wednesday, June 18, 2008

CATALUÑA: ¿EL FRACASO DE LA AUTONOMÍA?

Lo cierto es que no me da a menudo por ahí, ya sabéis por qué, pero ahora me apetece hablar un rato de política nacional, o nacionalista, si así lo preferís. Y es que hace mucho tiempo ya que vengo observando los movimientos a mi gusto harto erráticos de la clase política catalana, y evidentemente, por la parte que le toca, de su gobierno, principalmente. No se trata de hacer leña del árbol caído, no se trata de un desahogo fácil, populista, de mirar de lograr una rápida complicidad con los blogo-lectores. No es el caso. Mi crítica es un lamento más o menos acerado de quien tiene la impresión, y también algunos datos ya, de que a Catalunya se le ha dado un caramelo con la llegada de la democracia, la tan ansiada autonomía, de cuyas mieles sólo disfrutan unos pocos, la clase política catalana, y me parece que muy pocos más. ¿Qué beneficios económicos y sociales concretos viene recibiendo la población?, se pregunta uno.

Que nadie, por favor, se confunda leyendo esto. He participado activamente en política, no descarto volverlo a hacer algún día, y más concretamente en terrenos catalanistas. Sé incluso, por haberlo visto más o menos de cerca, de las dificultades por las que puede atravesar un gestor público, pero nada de lo anterior me puede negar la condición de mirar críticamente la realidad de las cosas. Mientras en los pasillos del Parlament se ejerce una suerte de vedetismo politólógico, una política de salón, de fino verbo y también grata imagen -porque eso sí, nuestros políticos cuentan de forma abusiva con todas las horas de televisión del mundo, con lo que coincido con mi admirada Mónica Terribas en que los políticos deberían ir pensando en dejar descansar a nuestros receptores un poquito, ni que se a de vez en cuando-, la repercusión de la implantación de esas políticas en la vida cotidiana de la ciudadanía es escasa por no decir nula. Y no vale siempre escudarse en que desde Madrid se maniata la política autonómica, no vale siempre oponer que se ahoga nuestra iniciativa con la cesión de una financiación escasa. Es muy cierto en una gran parte todo eso, algún día también hablaremos de ello, pero hemos de admitir de una vez por todas, que de tanto mirarnos el ombligo nos hemos olvidado que se debe hacer presión fundamental donde se haya el epicentro de las decisiones, de donde sale el mayor montante de dinero en infra-estructuras, o por lo menos allí donde no sólo se decide, sino también se reparte.

Veamos, brevemente. Desde la llegada de la democracia la participación catalana en el P.I.B. del Estado, aunque sigue siendo importante ha descendido de forma considerable, y en todo caso, aún siendo casi una quinta parte del total, su efecto económico no se traduce de forma proporcional, ni en inversiones en nuestro territorio ni en influencia decisoria política directa en los pasillos de Madrid. Al contrario, los que siempre deciden, lo siguen haciendo igual de mal y muy negativamente para los intereses del contribuyente catalán. La renta per cápita de un ciudadano catalán hace ya bastante tiempo que no se sitúa entre las tres primeras del estado, lo cual es un índice también muy negativo. Por lo demás, seguro que si lees esto también conoces de alguien que te ha comentado alguna vez que fulanito o menganito ha perdido el empleo porque la central de su empresa se la llevan a Madrid; esto último ocurría concretamente, en el período que va de 2000 a 2004, a un ritmo de traslado de unas cien empresas al trimestre.

En cuanto a inversiones de capital extranjero diremos que el 40% de las empresas extranjeras afincadas en España se concentran en el entorno de Madrid, cuya área metropolitana alberga nada menos que 1918 empresas multinacionales, y en cuanto a inversión de capital directo el 60 % de ese capital extranjero que vino en la última década se concentró también en Madrid. El área de Barcelona -y por extensión en influencia el área catalana- no es siquiera la segunda ciudad española con mayor facturación y empleo de multinacionales, sino la tercera, por detrás de Madrid aún nos supera Alcobendas. Además, el área de Barcelona sólo acoge a un escaso 9% de empleo de multinacionales por un 34% de Madrid. Con los sueldos no nos va mejor tampoco, los madrileños, según el I.N.E. -datos correspondientes al primer trimestre del 2008- cobran unos 2.086 € de media, los vascos unos 1.932 €, por unos 1.789 € los catalanes, siendo que estos últimos soportan una presión fiscal -estatal y autonómica- superior al resto de los españoles y unos costes de suministros también superiores, a veces el doble de la tarifa según qué casos.

Todo esto, claro está, supone una forma de desigualdad social y económica puesto que los empleos y sueldos de calidad que se generan van a parar a otros territorios, a pesar de que gozan de igual o inferior contribución al P.I.B. del Estado. Hay otros muchos datos socio-económicos que seguro que ya conocéis que van en la misma dirección, porque regularmente salen a la luz, no ya sólo en la prensa catalana sino en la prensa nacional también. Y todo esto no ha pasado en tiempos del dictador Franco, con lo mal que nos caía a todos, amigos míos. Este declive imparable ha pasado y se ha agudizado en el transcurso de la democracia, durante la que se supone que disponíamos de una clase política catalana que velaba por nuestro intereses en todos los frentes. Es cierto, dirán, que algunos territorios debían notar un incremento cierto en sus parámetros como resultado de su incorporación franca y significativa al desarrollo económico nacional y europeo; lo que no es de recibo es que en Cataluña, no ya los obreros, sino los empresarios, los autónomos, la ciudadanía en general contemple indefensa cómo progresivamente pierde renta e infraestructuras para uso cotidiano y ulteriores desarrollos y la clase política catalana siga embebida en sus propias querellas intestinas, en sus ferias libreras no-se-sabe-para-qué, en su respeto inmaculado a la cúspide del partido en Madrid, o en sus congresitos sobre la filosofía y la esencia política de la catalanidad eterna, la verdad, temas ya algo cansinos para el resto de nosotros, mientras otros por ahí fuera, más listos y menos endiosados se lo llevan todo calentito a su casa. Todo eso, además, consintiendo en soportar una imagen exterior horrible -aunque esto de sacar los ojos al compañero es muy español en general, es verdad- que se proyecta de forma sistemática desde otros territorios del Estado sin que nadie aquí aporte estrategia alguna para combatirlo, como si esto no contara para nada.

Hago votos por una renovación política de la catalanidad, pero una catalanidad más ágil, más comprometida con la gente de la calle, más despierta y abierta y más participativa en general con la política del Estado. Encerrarse y engordar en el huertecito patrio ni nos hará mejores ni más competitivos, ni siquiera nos hará más catalanes. Despierten ya, por favor. De lo contrario, quienes se acabarán cargando el auto-gobierno catalán serán ustedes y no los conservadores más acérrimos escondidos en sus despachos grises de las secretarias de estado y direcciones generales de los ministerios.

Hasta pronto.