Thursday, March 11, 2010

COMO EN UN MUNDO APARTE


Como en un mundo aparte.

Como una clase cardenalicia arropada por los muros de una ciudad papal, como los hábitos de los monjes budistas en el remoto Palacio de Potala que domina el valle de Lhasa, como los frailes benedictinos de Montserrat. Así de aislados y reflexivos se le nota a la clase política de la actualidad, acaso perdidos en una liturgia particular de juegos florales en el púlpito de su Congreso de donde les gusta muy poco salir, y sobre todo, sedientos, de flashes, de microfónos, de portadas, ensimismados en sus guerras particulares y sólo motivados a la vista del objetivo de un canal nacional. Entonces sí, cuando ven la cámara enardecen la pluma, erizan el pelo, sacan pecho y meten barriga, afilan la lengua y disparan.

Lo triste es que así funcionan ya casi todos, sea gobierno u oposición. El gobierno incapaz de manejarse con la soltura y la valentía que requiere el guía para llevar su grupo hasta la tierra prometida. Han contemporizado tratando primero de hacernos ver que la crisis no era tal, luego repartiendo diezmos para paralizar las críticas, más tarde esperando quietos a que el temporal disipara, que las nubes se alejaran y llegaran las elecciones, ya en medio de un cálido anticiclón. Pero la borrasca no perdona a los indecisos, más bien los arrasa, se ha llevado de por medio la tranquilidad de demasiadas familias que cuando vieron entrar la pobreza por la puerta contemplaron salir el amor por la ventana, de demasiados negocios modestos y esforzados que de verdad creyeron que los bancos realmente abrirían el grifo cuando lo anunciaron y que luego no sólo se escondieron, sino que encima los taparon. Y lo bueno es que nadie ha les ha dicho absolutamente nada aún habiendo logrado dinero público y barato; ni están ni se les espera, como suele decirse. Demasiadas ilusiones machacadas, y todo por tener un gobierno que ha pensado más en no salir ni muy herido ni muy criticado de la crisis, por no tomar decisiones firmes en el momento adecuado, un gobierno timorato que por no querer ver ofuscados a unos pocos ha terminado por cabrear a todos. Se echó en falta liderazgo, compromiso y valentía. Porque como dijo en cierta ocasión un político, sin ir más lejos, la política es para valientes. Pero claro, este político, Pujol, se fraguó primero en cárceles de la dictadura y luego peleó la transición, que era otra época, ya lo creo queridos amigos, ya lo creo.

La oposición, qué triste, confunden oposición con oportunismo, también incapaces de ofrecer una sólo, y sólo una, alternativa válida para acabar con la depresión que nos oprime. Con el semblante siempre crispado, como el del niño que le quitan el juguete y se cabrea, siempre llamando a la catástrofe y ahora, no te lo pierdas, incluso a la rebelión (claro, ha sido esa misma señora que decía que con seis mil euros no llegaba a fin de mes). Ni sentido de estado, ni solidaridad con las clases humildes, ni respeto a las minorías lingüísticas, salen corriendo con gritos desaforados cuando les hablan de pacto. Al contrario, sólo conocen una palabra: dimisión. Igualmente carecen de valor y liderazgo, sólo están por contar fechas en su calendario, ajustando los días que faltan para las próximas generales y tener así la oportunidad de salir en estampida para volver, con un poco de suerte y muchos insultos, a ocupar su cómoda y mullida poltorna. Que nadie se engañe, aunque saquen a pasear su bandera no les importa nada más que su cómodo y mullido sillón. Qué extraño, tampoco hablan de parar la parálisis de los bancos, de evitar que siempre ganen los mismos, como las grandes empresas que nos suben impunemente los suministros, o las administraciones que hablan de subir los impuestos (porque ellos también gobiernan en las regiones), sólo se iluminan para hablar mal de los otros: de los otros jueces, por ejemplo, que haciendo su trabajo les persiguen porque sus chorizos huelen menos y son menos chorizos que los de los otros. ¡Qué malo es ese juez que quiere encerrar a mis chorizos, me tiene manía, es un mal juez, apártenlo!

Ambos (y colocar aquí todas las excepciones que queráis) tienen ya algo en común: la falta de ética, la absoluta carencia de vocación de servicio público. La clase política, aún viéndolo pero sin darse cuenta, está pronta a su amortización más que anunciada. No faltan voces notables y sabias que advierten que la democracia, que por su propia dinámica genera un alto sentido republicano en la ciudadanía, que cada vez es más consciente y adicta a la igualdad, repudia cualquier tipo de aristocracia, ya sea nobiliaria, financiera, religiosa o política. La clase política (poner aquí las excepciones que os dé la gana) se está alejando a pasos agigantados del sentido que los creó, la representación del pueblo, y se van convirtiendo en una suerte de aristocracia menor, inválida para solventar los verdaderos problemas de nuestra sociedad: crisis sociales y económicas, desigualdades, protección ante las grandes multinacionales, catástrofes, etc. Se han especializado en organizar un circo mediático en el que el objetivo primero es lograr mayor ingenio en las argumentaciones propias para acceder al objetivo básico y superior: colocarse y colocar a sus fieles en los predios fecundos del poder. No es demagogia; es la constatación de un hecho cada vez más contrastado por todos. Y tampoco es ser un consumado gurú con una bola mágica bullendo con imágenes de ultratumba el adelantarse y atreverse a pronosticar que, al giual que ha pasado ya en el terreno de la cooperación y la solidaridad internacional, la minusavalía galopante de la clase política organizada en partidos provocará la aparición de plataformas de ciudadanos, asociaciones o como lo queráis llamar, que clamarán por un retorno al verdadero sentido de la "polis", que no es otro que resolver los problema de la "res publicae".

Señores políticos, ¿lo entienden ya o no lo entienden?

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