Friday, October 06, 2006

De la intolerancia rampante y otros pecados no menores.

Pocas veces descenderé al terreno de la política nacional, toda vez que entiendo que en los tiempos que corren, y ya desde hace mucho tiempo, se ve atravesada de una aire cainita e intolerante como pocas veces en la historia constitucional de España ha sucedido. Y no me gusta. Me repele, sin ir más allá, el tufo a revelación suprema que se desprende de algunos significados representantes del conservadurismo español, me causa profunda repulsión el desprecio a la verdad desnuda que se hace desde personalidades concretas de ese partido, ahora en la oposición, con el sólo objetivo de retornar al poder, al precio que sea; el ataque permanente que se hace a las instituciones desde un comité ejecutivo fracasado, con nombres y apellidos, no busca otra cosa que justificar una derrota electoral que sólo se debió a su incompetencia y a su arrogancia, cuando en realidad tenían todos los ases para seguir gobernando por tiempo todavía prolongado. Y de esa derrota quieren culpar a los demás, criminalizar a todos aquellos que no ven, porque es imposible que así lo vean, las cosas como ellos. Qué calamidad de gestores conduce ese partido, amigos, ¡ y pensar que todavía ven en esa soledad la confirmación de sus tesis, erradas y autoritarias!

He estado unos días en Madrid por negocios personales. Me gusta Madrid, siempre me gustó y no en vano parte de mis orígenes se hallan en la capital del estado. Me he encontrado con una capital tan bella y dinámica como de costumbre, enfrascada como siempre en el desarrollo de sus obras públicas e infraestructuras, con un cielo en sus afueras que prosigue muy cubierto aún de grúas. La construcción sigue siendo allí la actividad motora, en una expansión que mi juicio no parece contar con un modelo de crecimiento muy ordenado. El tiempo lo dirá, pero yo ahora veo que allí los problemas de movilidad se tratan de paliar a través de más infraestructuras, que a su vez generan no más que una mayor movilidad, metiéndose así en un laberinto de salida muy complicada. He pasado, a pesar de los quehaceres que me llevaron, unos días muy gratos. No obstante, me ha preocupado escuchar, de personas cercanas, el ambiente harto polarizado que se vive en la mayor parte de centros de trabajo y otros lugares de socialización alternativa. Dicen que es difícil abstraerse de ese clima de tensión política tan absurdo que trata de imprimirse sobre todo desde la militancia conservadora y desde sus medios de comunicación afines. No dejan pasar la oportunidad, dicen, de presionar a todo aquel no-correligionario con soflamas a veces muy incómodas sobre los avances -para ellos retrocesos- del gobierno socialista y del estado en general, según ellos al borde de un abismo insalvable (¡?). Tratan de llevar la crispación, algo abstrusa ya, que se vive en el Congreso hasta los más sencillos rincones, de tal modo que el clima irrespirable en la ciudadanía acabe por erosionar al gobierno de forma definitiva.

Espero que cuando las elecciones generales vengan, y después de una campaña que será para recordar desgraciadamente, el horrísono quejido de la protesta sin fundamento cese definitivamente. Ah, y que si lo tienen a bien, y se detienen a pensar un poco sobre todo ello, despidan ya a los calamitosos gestores de su partido y su grupo parlamentario, giren ya su estrategia hacia el centro y moderen su tono para hacer de esa, una derecha centrada tan necesaria como poco presente en este país. Los demás no tenemos la culpa de sus fracasos. Ellos solos se metieron en berenjenales que no les convenían y ellos solos deben ser capaces de mirar hacia adentro, reflexionar, hacer limpieza y seguir adelante con un proyecto renovado, moderado e integrador de veras. Olviden por favor, campañas de boicot, exclusión, condenas hacia partes de nuestro estado o grupos o minorías. Traten de hacer política en positivo y no en negativo, seguro que los logros serán mayormente alzanzables.

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