Tuesday, November 25, 2008

ENTRE TODOS LA MATAMOS Y ELLA SOLA SE MURIO



Perdonad si hablo de mí. Es lo que mejor desconozco.

Hace unos días estaba haciendo deporte, que en mi caso no sé bien si es una sana costumbre o un hábito al que no soy capaz de renunciar, y acabado el partido de tenis me fui a la ducha. Había algunos hombres preparándose para salir a la pista. No prestaba mucha atención a la conversación previa, pero me llamó la atención cuando uno de ellos dijo:

- Joder (sic), ¿os habéis dado cuenta? Antes no parábamos de hablar de coches, de motos , de tías (recuerdo que la escena se reproduce en un vestuario masculino), y ahora ya sólo hablamos de la maldita crisis. ¿Qué coño nos pasa?

- Tienes razón. Menuda mierda -asintió un tercero.

No podían hablar peor ni mejor. Qué razón tenían, pensé. Y so pena de pasar por insolidario, sobre todo para aquellos susceptibles tan amigos de cogerlo todo con pinzas para luego embadurnarse de una falsa santidad, estoy convencido de que a pesar de la delicada coyuntura financiera, que luego ha contagiado al resto de sectores económicos a nivel mundial (además del decaimiento de los tochos patrios), un enorme componente de esta aguda crisis es apabullantemente psicológico. No lo dirás por aquellos que se quedan sin trabajo, me diréis vosotros. Pues en gran parte, sí, también ellos lo son, también son víctimas de un estado de histeria colectiva sin precedentes en la historia moderna de nuestro mundo. Ese bombardeo desenfrenado y sin resuello, veinticuatro horas al día toda la semana, por parte de todos los medios de comunicación desde Portland hasta Singapur, desde Estocolmo hasta Durban, no sólo no beneficia sino que empeora gravemente el estado de cosas. El que no puede comprar porque se queda sin trabajo no compra, pero lo malo es que aquel que conserva el trabajo tampoco consume y este estado de ansiedad colectivo, incluso en aquellos que es del todo improbable que pierdan su trabajo, nos está haciendo polvo con mayor crudeza incluso que el castigo inflingido por las hipotecas subprime a la economía americana.

Es curioso. Todos los años por estas fechas, yo muy original, se me ocurre redactar un artículo sobre los vicios consumistas que nos aquejan como animales sociales que somos. No paro de ver frivolidad en actos tan nimios como adquirir un pijama de cuadros porque viene la Navidad o en comprar un par de tabletas más de turrón. Pero ahora que lo pienso bien, fijaros lo voluble de la naturaleza humana (acaso sólo la mía, más concretamente), este año no se me ocurre una manera mejor de ser solidario que comprar. No comprar por comprar, por supuesto, que algunos/as se lo pueden tomar de excusa y ya se estaban frotando las manos, sino de adquirir aquello que teníamos pensado tomar o hacer pero que luego hemos rehusado obtener porque nos ha cogido el miedo al qué pasará. No hablo de las grandes inversiones, ni de los pelotazos de los buitres bursátiles, una especie en plena expansión. Hablo de aquellas cosas, pequeñas o no, que nos hacían ilusión tener y realmente podemos tener igualmente, porque de ésa no nos vamos a arruinar, con toda seguridad.

Hace un par de semanas se me ocurrió celebrar esta crisis comprando un par de entradas para el concierto de Bosé (pues sí, también me va el petardeo pedorro recauchutado con electronic sound machine, qué pasa, no sólo de jazz-fussion vive el hombre sensible y moderno) e invitar a mi chica a un rato de bailoteo. A lo mejor el detalle, si no es por la crisis, no se me hubiera ocurrido, seamos sinceros. Pero me duele que nos manoseen los media ahora con su cantinela tremendista para recabar más atención, porque es precisamente esto lo que más atención demanda. Falso. Sí, confirmado, hay crisis, pero no es para tanto, que entre todos la mataron y ella sola se murió.



Wednesday, November 05, 2008

EL SÍ PUDO, EL SÍ SUPO.






Debo admitir que mi candidata para estas elecciones americanas era Hillary Clinton y no Barack Hussein Obama. Ya lo sabéis de anteriores entregas. Continúo pensando que era una gran candidata tan capaz como su homólogo victorioso, sino más. Y sigo pensando que la última frontera por atravesar en la arena política internacional es que la mujer acceda finalmente al puesto de trabajo más poderoso del mundo. Pero a la vez debo decir que el ganador final a estas elecciones a la Casa Blanca me ha ido convenciendo por su extraordinaria y creciente solidez a medida que se ha ido acercando la fecha de la elección. No tuvo fallos, no mostró fisuras ni siquiera en los peores momentos, cuando se le acusaba de las peores cosas. No se entretuvo en atizar estériles polémicas ajenas a los problemas centrales de la nación ni atacó un supuesto pasado oscuro del candidato opositor. Se concentró en definir las preocupaciones del electorado, perfiló sus necesidades con exactitud y supo insuflarles lo que más necesitaban: la esperanza del cambio. Sus apariciones, sus discursos, sus mensajes, todo fue ejecutado con excepcional profesionalidad en una campaña que quedará para la historia como ejemplar.

Mc Cain no me ha disgustado tampoco, al decir verdad. Ha debido luchar con la insuperable losa de la pésima gestión de la administración Bush en todos los frentes, y de este juicio negro para e
l presidente saliente no lo librará ni la historia, como él espera. Si bien el mandatario tejano ha debido afrontar retos insólitos por su violencia y crudeza, como el colapso de las Torres Gemelas y del Pentágono, su manera de responder no ha estado nunca a la altura de las circunstancias. Sus relaciones con el exterior han resultado muy deficientes y en el terreno patrio no ha sabido destacar en nada. El bueno y moderado de Mc Cain ha sido, pues, enviado a luchar contra las fieras en las peores circunstancias y ha pagado cara su heroicidad y su ingenuidad. Para enfrentarse a los demócratas en esta ocasión, personalmente hubiera preferido que se hubiera presentado un nuevo candidato neocon, uno de los que de forma tan poco útil han asesorado a su Presidente durante estos largos últimos ocho años y que han hecho gala de tan escasa cintura política. Pero no estuvieron, no se supo nada de ellos, no contestaron, no comparecieron. Mc Cain no acertó al presentar sus armas, no acertó al escoger a sus íntimos colaboradores/as, no escogió un buen momento y se apartó de su proverbial moderación entre las filas republicanas. Para su gloria, para la historia quedará su elegante discurso de despedida, reconoció la brillante campaña de su rival y su victoria sin paliativos, se hizo personalmente responsable de la derrota y llamó al país a la unidad detrás del nuevo líder en un momento histórico, según sus propias palabras. Demostró, en la amarga hora de la derrota, que también hubiera sido un buen presidente con un gran sentido de estado y con gran amor a su nación. Eso deberían imitarlo muchos políticos en nuestro país que tanto aseguran amarlo.

En esta tesitura histórica USA ha sabido, a través de esta elección, alejar varios fantasmas de una sola vez y en tan sólo una jornada: ha limpiado la pésima imagen que su sistema electoral ha ofrecido en las dos ultimas ediciones, ha recobrado gran parte del ansiado soft power que le caracterizó durante décadas y la admiración que había perdido ante la comunidad internacional, ha pasado página a un pasado turbio de problemas raciales en una catarsis nacional sin precedentes, y lo más importante, ha iniciado el camino de la recuperación económica a través del paso más necesario: recobrando la esperanza y el optimismo. Felicidades ciudadanos americanos. Un voto de confianza al Presidente.