Brevemente, me disculpo por tener que retrasar mi sorpresa para un poco más adelante, cuando vaya un poco más ligero de faena.
No me queda más remedio, entretanto, que seguir hablando de esta maldita y persistente recesión (me niego a seguir pronunciando la palabra maldita). Y lo haré en tono de queja, una vez más y contra todos, porque si bien nadie tiene enteramente la culpa del advenimiento de esta turbulencia sin fin, sí que entiendo que hay muchos responsables de no facilitar que salgamos de ella rápida y airosamente. Entiendo que realmente hacen falta agallas para coger el toro por los cuernos, y que no es fácil, pero como ya ha aventurado algún ilustre economista catalán doctorado en Harvard, si no se toman a tiempo medidas serias y valerosas, esto puede acabar en catástrofe.
El gobierno es responsable de no comportarse de forma firme y de no saber liderar con determinación un proceso necesario de concertación nacional. Responsable de pensar más en no perder muchos votos que en sacar al país de la crisis. Debe reunir ya sin más esperas a sindicatos, patronal, banca y a oposición y empezar a hablar en serio de soluciones eficaces y reales. Todos son responsables solidarios de no saber o no querer entender que todas las partes deberán arrimar el hombro en alguna medida para salir conjuntamente de esta grave tesitura, responsables de de no querer entender que ahora no es momento de miras estrechas y de enrocarse en conservar privilegios propios. Han de entender que todos deberán de dejarse algo en el camino, indefectiblemente, para poder mirar hacia adelante con verdadera esperanza.
Los sindicatos deberán esforzarse por entender que debe volverse a la vía de incrementar la productividad del trabajador , en aras de volver a ser competitivos y atractivos para la inversión exterior. Eso significa que deberán ser valientes y recibir la flexibilización del mercado laboral como único camino que puede ayudar a recuperar puestos de trabajos con cierto ritmo sostenido, porque no se puede olvidar que el primer derecho de los trabajadores no es otro que disponer de un sueldo y un puesto de trabajo dignos. Por lo tanto, nuevas condiciones laborales, sobre todo en materia de despido, serían aconsejables, sobre todo para los nuevos contratos .
La patronal se deberá comporometer a invertir de nuevo en recursos humanos y en reformas de la propia empresa, reformas que hagan de ellas compañías más ágiles, modernas y eficaces. Se deberá abandonar la política de altos emolumentos para ejecutivos, altas cotas de beneficios y mayor austeridad en gastos no directamente productivos (imagen corporativa, gastos suntuosos,...). Esta política empresarial, comprometida y socialmente responsable, deberá verse acompañada de incentivos fiscales, de reducción de impuestos, pero sólo para aquellas empresas cuya reducción impositiva se vea revertida en inversión directa en la propia empresa.
La banca, por su lado, debería abandonar definitivamente ese rictus de cierta arrogancia que exhibe sobre todo en los últimos tiempos, hacer acto de contrición y pensar que no es el momento de pasarse al otro extremo, al de la extrema precaución, cuando no hace tanto ellos mismos eran tan osados o más que sus propios clientes pidiendo créditos exacerbados. Ellos han sido corresponsables del alto grado de endeudamiento de familias y empresas y ahora no es momento de hacer pagar a otros los errores propios. No es momento de cortar el crédito a empresas que no habían dado ningún signo de debilidad hasta que la propia banca les ha cortado la savia del crecimiento. Deberían mirar hacia adentro, hacer purga de directivos irresponsables y analizar el dar más oportunidades a emprendedores con tradición de valor y éxito. Al menos a éstos, que no paguen justos por pecadores. Y claro que sí, tratar de ser más comprensivos con las familias, al menos las cajas de ahorro, que guardan en sus estatutos objetivos sociales, según ellos mismos declaran a menudo en su imagen corporativa y su publicidad.
La oposición. Primero, que abran ventanas y dejen entrar aire fresco. Que limpien rincones sucios y oscuros, que se tengan más respeto y miren la moderación de sus homólogos europeos a la hora de hacer política. Que dejen el catastrofismo y el oportunismo, ellos también prometieron más de 2 millones de puestos de trabajo en las últimas generales y también se equivocaron en sus previsiones de crecimiento, según rezaba su propio programa electoral. Deben ir al alimón con el gobierno en esta hora difícil, dejar el partidismo de lado y apoyar las reformas duras e impopulares que deben tomarse ineludiblemente. Altura de miras y responsabilidad, que, queridos amigos, son malos tiempos para la lírica.
Todos tienen su papel muy bien definido, y además lo saben, se trata de ejercerlo con valentía, con rigor, con responsabilidad y con sentido del servicio a la colectividad. ¿Acaso es pedir demasiado? Pues si es así, que se esfuercen, no queda otra.
No me queda más remedio, entretanto, que seguir hablando de esta maldita y persistente recesión (me niego a seguir pronunciando la palabra maldita). Y lo haré en tono de queja, una vez más y contra todos, porque si bien nadie tiene enteramente la culpa del advenimiento de esta turbulencia sin fin, sí que entiendo que hay muchos responsables de no facilitar que salgamos de ella rápida y airosamente. Entiendo que realmente hacen falta agallas para coger el toro por los cuernos, y que no es fácil, pero como ya ha aventurado algún ilustre economista catalán doctorado en Harvard, si no se toman a tiempo medidas serias y valerosas, esto puede acabar en catástrofe.
El gobierno es responsable de no comportarse de forma firme y de no saber liderar con determinación un proceso necesario de concertación nacional. Responsable de pensar más en no perder muchos votos que en sacar al país de la crisis. Debe reunir ya sin más esperas a sindicatos, patronal, banca y a oposición y empezar a hablar en serio de soluciones eficaces y reales. Todos son responsables solidarios de no saber o no querer entender que todas las partes deberán arrimar el hombro en alguna medida para salir conjuntamente de esta grave tesitura, responsables de de no querer entender que ahora no es momento de miras estrechas y de enrocarse en conservar privilegios propios. Han de entender que todos deberán de dejarse algo en el camino, indefectiblemente, para poder mirar hacia adelante con verdadera esperanza.
Los sindicatos deberán esforzarse por entender que debe volverse a la vía de incrementar la productividad del trabajador , en aras de volver a ser competitivos y atractivos para la inversión exterior. Eso significa que deberán ser valientes y recibir la flexibilización del mercado laboral como único camino que puede ayudar a recuperar puestos de trabajos con cierto ritmo sostenido, porque no se puede olvidar que el primer derecho de los trabajadores no es otro que disponer de un sueldo y un puesto de trabajo dignos. Por lo tanto, nuevas condiciones laborales, sobre todo en materia de despido, serían aconsejables, sobre todo para los nuevos contratos .
La patronal se deberá comporometer a invertir de nuevo en recursos humanos y en reformas de la propia empresa, reformas que hagan de ellas compañías más ágiles, modernas y eficaces. Se deberá abandonar la política de altos emolumentos para ejecutivos, altas cotas de beneficios y mayor austeridad en gastos no directamente productivos (imagen corporativa, gastos suntuosos,...). Esta política empresarial, comprometida y socialmente responsable, deberá verse acompañada de incentivos fiscales, de reducción de impuestos, pero sólo para aquellas empresas cuya reducción impositiva se vea revertida en inversión directa en la propia empresa.
La banca, por su lado, debería abandonar definitivamente ese rictus de cierta arrogancia que exhibe sobre todo en los últimos tiempos, hacer acto de contrición y pensar que no es el momento de pasarse al otro extremo, al de la extrema precaución, cuando no hace tanto ellos mismos eran tan osados o más que sus propios clientes pidiendo créditos exacerbados. Ellos han sido corresponsables del alto grado de endeudamiento de familias y empresas y ahora no es momento de hacer pagar a otros los errores propios. No es momento de cortar el crédito a empresas que no habían dado ningún signo de debilidad hasta que la propia banca les ha cortado la savia del crecimiento. Deberían mirar hacia adentro, hacer purga de directivos irresponsables y analizar el dar más oportunidades a emprendedores con tradición de valor y éxito. Al menos a éstos, que no paguen justos por pecadores. Y claro que sí, tratar de ser más comprensivos con las familias, al menos las cajas de ahorro, que guardan en sus estatutos objetivos sociales, según ellos mismos declaran a menudo en su imagen corporativa y su publicidad.
La oposición. Primero, que abran ventanas y dejen entrar aire fresco. Que limpien rincones sucios y oscuros, que se tengan más respeto y miren la moderación de sus homólogos europeos a la hora de hacer política. Que dejen el catastrofismo y el oportunismo, ellos también prometieron más de 2 millones de puestos de trabajo en las últimas generales y también se equivocaron en sus previsiones de crecimiento, según rezaba su propio programa electoral. Deben ir al alimón con el gobierno en esta hora difícil, dejar el partidismo de lado y apoyar las reformas duras e impopulares que deben tomarse ineludiblemente. Altura de miras y responsabilidad, que, queridos amigos, son malos tiempos para la lírica.
Todos tienen su papel muy bien definido, y además lo saben, se trata de ejercerlo con valentía, con rigor, con responsabilidad y con sentido del servicio a la colectividad. ¿Acaso es pedir demasiado? Pues si es así, que se esfuercen, no queda otra.
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