Actualidad obliga. Una vez más me siento en la necesidad de descender a la arena de la política nacional, a pesar de que como ya he dicho en más de una ocasión no sea mi terreno preferido. Y lo hago para comentar si quiera brevente el dibujo resultante de las elecciones autonómicas catalanas, un escenario de veras parecido al que ya había, como por otro lado suele responder a la tradición del electorado catalán, muy poco dado a cambios súbitos y espectaculares.
En primer término, dando por sabidas las diferentes combinaciones posibles para formar mayoría de gobierno, personalmente me inclino por la "sociovergencia". Y lo hago así mirando hacia lo que estimo que más estabilidad y progreso puede conceder, no ya sólo a Catalunya, sino también al conjunto del Estado. No digo por eso, que este vaya a ser ni mucho menos el final feliz de esta nueva historia que nace con el resultado de las elecciones. Si de algo carece hoy día la arena política en nuestras latitudes, por lo visto hasta ahora, es de verdaderos hombres de estado, de estadistas a la antigua usanza, de aquellos hombres magnos y sabios que hacían de la política algo más que un juego de poder y una profesión. Eran líderes que realmente se guiaban por el interés de su pueblo y no por su propia trayectoria o la de su partido. Pero mucho me temo que los tiempos en los que un Churchill, un Kennedy, un Suárez, un Pujol - por qué no-, incluso un Clinton eran capaces de mostrar la generosidad y la transversalidad de su liderazgo han pasado ya. Y espero de veras que los acontecimientos me quiten la razón, pero creo que no va a ser así, que se impondrá la ruindad del corto plazo que ha hecho triunfo en la política española, y en la europea en general, y que Montilla acabará por caer rendido en los brazos de sus poco fiables socios de izquierda con tal de verse proclamado President. Y es una verdadera lástima, porque se me antojaba esta una ocasión única para que Catalunya acabara de conceder solidez a un proyecto español realmente plural, en el que todas las sensbilidades-las que lo quieran, claro está- tendrían cabida. El progresismo español ganaría terreno y tranquilidad para desarrollar el proyecto trazado por Zapatero, Catalunya por su parte podría desplegar el total de su potencial autonómico, lo que revertiría a su vez en una mayor solidez social, política y económica en el conjunto del Estado. Pero como digo, mucho me temo que al PSC le va a faltar visión de estado.
En otro orden de factores, ERC pierde terreno, lo que era previsible. Les falta madurez como partido de gobierno y sentido de la responsabilidad global, la que va más allá de las asambleas de sus militantes. El PP de Catalunya, sigue en su lenta agonía que a buen seguro tendrá continuidad más allá del Ebro. Que sigan con su desaforada crispación, y que sigan dándole a Acebes y a Zaplana las labores de portavoces, que sus oponentes se lo agradecerán -que no la gente de la calle-. Felicito a ICV, por su subida en escaños, pero con humildad les recomendaría que no pierdan la perspectiva, tienen la representación que tienen, la quinta fuerza política todavía. Ciutadans de Catalunya, a mi juicio, tienen ante sí un futuro muy complicado a pesar de su espectacular irrupción, y mucho dependerá del tono que tomen las apariciones públicas de sus líderes, en los próximos meses sobre todo. La gente se está empezando a hartar de tanto ruido.
Por último, me gustaría realizar un último comentario sobre el nivel de participación, que algunos dicen, ha sido muy bajo. No acabo de estar de acuerdo con esa consideración, y no puedo evitar sonreír cuando a tales niveles de abstención les asignan unas intenciones determinadas por parte de los no-votantes. Quienes hemos tenido la oportunidad de trabajar en el mundo asociativo, lo sabemos muy bien: la pereza participativa en cualquier ámbito de la sociedad pública es el signo más marcado de la población en las sociedades avanzadas y urbanas actuales, con todas las excepciones que quieran apuntarse. No es que haya un especial desencanto con las propuestas de los partidos políticos -un pequeño porcentaje también lo habrá, por supuesto-, el problema es que a la gente le cuesta horrores bajar a la reunión de propietarios que hay en la puerta de su escalera, pues imaginen el ir a votar tres o cuatro calles más allá, y más en día festivo; para qué, qué ganan se preguntan, ¿nada? pues no voy. Así de simple, sin más. Interpretar mayor o menor catalanidad, españolidad, inquietud política, renuncia al sistema o otras milongas similares en la simple incomparecencia a la mesa electoral es no atenerse a la realidad más sencilla, más posible y más inmediata -principio de la navaja de Occam-. La despreocupación existencial de la mayoría de la población hacia lo que no le incumbe directa e inmediatamente es la premisa más básica a la que ha de acudirse hoy en día para cualquier análisis mínimamente coherente. Otro gallo canataría si en el voto se decidiera algo más próximo y claro como, por ejemplo, el precio de la gasolina, el recibo de las hipoteca, el precio de la vivienda, el precio de la alimentación, los impuestos, o cosas que afectan al bolsillo de hoy para mañana. Pero de esas cosas, también es verdad, se habla muy poco durante las campañas. Que nadie se engañe, incluso ante propuestas tan directas, la abstención seguiría siendo muy elevada, es la divisa de las sociedades hedonistas post-industriales. Así nos va.
En otro orden de factores, ERC pierde terreno, lo que era previsible. Les falta madurez como partido de gobierno y sentido de la responsabilidad global, la que va más allá de las asambleas de sus militantes. El PP de Catalunya, sigue en su lenta agonía que a buen seguro tendrá continuidad más allá del Ebro. Que sigan con su desaforada crispación, y que sigan dándole a Acebes y a Zaplana las labores de portavoces, que sus oponentes se lo agradecerán -que no la gente de la calle-. Felicito a ICV, por su subida en escaños, pero con humildad les recomendaría que no pierdan la perspectiva, tienen la representación que tienen, la quinta fuerza política todavía. Ciutadans de Catalunya, a mi juicio, tienen ante sí un futuro muy complicado a pesar de su espectacular irrupción, y mucho dependerá del tono que tomen las apariciones públicas de sus líderes, en los próximos meses sobre todo. La gente se está empezando a hartar de tanto ruido.
Por último, me gustaría realizar un último comentario sobre el nivel de participación, que algunos dicen, ha sido muy bajo. No acabo de estar de acuerdo con esa consideración, y no puedo evitar sonreír cuando a tales niveles de abstención les asignan unas intenciones determinadas por parte de los no-votantes. Quienes hemos tenido la oportunidad de trabajar en el mundo asociativo, lo sabemos muy bien: la pereza participativa en cualquier ámbito de la sociedad pública es el signo más marcado de la población en las sociedades avanzadas y urbanas actuales, con todas las excepciones que quieran apuntarse. No es que haya un especial desencanto con las propuestas de los partidos políticos -un pequeño porcentaje también lo habrá, por supuesto-, el problema es que a la gente le cuesta horrores bajar a la reunión de propietarios que hay en la puerta de su escalera, pues imaginen el ir a votar tres o cuatro calles más allá, y más en día festivo; para qué, qué ganan se preguntan, ¿nada? pues no voy. Así de simple, sin más. Interpretar mayor o menor catalanidad, españolidad, inquietud política, renuncia al sistema o otras milongas similares en la simple incomparecencia a la mesa electoral es no atenerse a la realidad más sencilla, más posible y más inmediata -principio de la navaja de Occam-. La despreocupación existencial de la mayoría de la población hacia lo que no le incumbe directa e inmediatamente es la premisa más básica a la que ha de acudirse hoy en día para cualquier análisis mínimamente coherente. Otro gallo canataría si en el voto se decidiera algo más próximo y claro como, por ejemplo, el precio de la gasolina, el recibo de las hipoteca, el precio de la vivienda, el precio de la alimentación, los impuestos, o cosas que afectan al bolsillo de hoy para mañana. Pero de esas cosas, también es verdad, se habla muy poco durante las campañas. Que nadie se engañe, incluso ante propuestas tan directas, la abstención seguiría siendo muy elevada, es la divisa de las sociedades hedonistas post-industriales. Así nos va.
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