De forma paralela a la escalada bélica se suceden los contactos diplomáticos para que la violencia no se acabe enquistando y el alto el fuelgo en el Líbano sea por fin algo más que una esperanza. Las guerrillas de Hezbollah no parecen todavía mostrar signos de fatiga como se había previsto, y continúan castigando sin desmayo las posiciones israelitas al norte del país. El ejército hebreo, por su lado, prosigue con bombardeos indiscriminados sobre Beirut, y en menor medida, sobre posiciones guerrilleras de los extremistas islámicos. Dos semanas después del inicio de las hostilidades los norteamericanos mueven por fin pieza para mediar en pro de un alto el fuego, siempre favoreciendo la óptica judía del conflicto. NU reclama inmediatez en el alto el fuego y clama por una investigación que clarifique responsabilidades sobre la muerte de varios de sus observadores enviados especialmente a la zona. El fuego israelita no parece respetar si quiera el color de la neutralidad, las muertes parecen, en principio, presuntamente ejecutadas de forma deliberada. A nuestro juicio, es indispensable que queden clarificadas las responsabilidades sobre la muerte de los observadores de NU, que se presione a Israel a respetar la legalidad internacional y que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se pronuncie, a ser posible, de forma unánime -algo muy difícil, así es-, sobre una salida viable al conflicto y sus condiciones.
La UE, en medio del fragor del conflicto, nuevamente se debate en la limitación de su papel en el siempre difícil terreno de la política exterior común. Solana, a pesar de la indudable eficacia de sus movimientos, debe notar a buen seguro la presión de verse menoscabado en el desarrollo de sus competencias. El mundo árabe por su parte reclama -por cierto, en voz muy baja- una mayor presencia de Europa, lo cual debería insuflar esperanza para que los socios comunitarios fueran avanzando en la dirección de una política exterior común, ni que fuera a base de cooperaciones reforzadas, mirando como modelo el esquema de la moneda única sin ir más lejos, o los acuerdos de Schengen. Me resisto a verlo todo negativo en este marco y me distancio de aquellos euroescépticos de indomable pesimismo, bien pendientes de los nuevos acontecimientos para abalanzarse nuevamente con una lluvia de críticas sobre el edificio europeo. Europa es todavía un magno edificio en construcción, ya con visibles y buenos resultados, y no debe perderse la esperanza en sus posibilidades futuras. La envergadura de su proyecto demanda paciencia y persistencia en el diseño y la implementación de sus estrategias, especialmente en materia de política exterior. Los resultados acabarán llegando sin duda. De hecho, como decíamos, cada vez es más mayor la solicitud de su presencia y su voz en todo tipo de conflictos, y Solana sabe mejor que nadie como dar visibilidad a la maquinaria diplomática que encabeza.
Pero la exquisita y eficaz diplomacia que muestran algunos de nuestros políticos en el exterior, como Solana, contrasta con la torpeza de algunos de sus homólogos puertas adentro. El ejecutivo de Zapatero, dicho sea con los debidos respetos, se ha deslizado con movimientos poco sutiles en un problema que ante todo demanda mucha serenidad y análisis necesariamente muy meditados. No es tanto un problema de fondo, como de forma. Parece que en política exterior nos cuesta horrores matener la cabeza fría y esto amenaza ya con ser una tradición en la política exterior española. La crítica a cualquiera de los contendientes en un conflicto bélico no debe estar reñida con la sensatez y la mesura, sea cual sea la postura que se decida adoptar de las instituciones. Personalmente, creo que este conflicto reclama más que otros una firme apelación a la observancia de la legalidad internacional y una repartición proporcional sobre la culpabilidad de las consecuencias, según se desarrolla el estado actual de las cosas. Esa habría sido una actitud equilibrada y hubiera preservado un poco más la -algo deteriorada- imagen de la política exterior española ante la comunidad internacional. Ni siquiera los portavoces de los diferentes partidos políticos, como representantes que son de una buena parte de nuestra sociedad, debieran estar exentos de atenerse a un juicio mesurado y a una crítica más equilibrada y menos visceral. Por cierto, justo lo contrario de lo que hacen también personajes como el último ex-presidente del gobierno, ejemplo algo lamentable de cómo no ha de conducirse un líder político a la hora del análisis y la comunicación. Algunos, allá ellos, siguen por donde solían.
La UE, en medio del fragor del conflicto, nuevamente se debate en la limitación de su papel en el siempre difícil terreno de la política exterior común. Solana, a pesar de la indudable eficacia de sus movimientos, debe notar a buen seguro la presión de verse menoscabado en el desarrollo de sus competencias. El mundo árabe por su parte reclama -por cierto, en voz muy baja- una mayor presencia de Europa, lo cual debería insuflar esperanza para que los socios comunitarios fueran avanzando en la dirección de una política exterior común, ni que fuera a base de cooperaciones reforzadas, mirando como modelo el esquema de la moneda única sin ir más lejos, o los acuerdos de Schengen. Me resisto a verlo todo negativo en este marco y me distancio de aquellos euroescépticos de indomable pesimismo, bien pendientes de los nuevos acontecimientos para abalanzarse nuevamente con una lluvia de críticas sobre el edificio europeo. Europa es todavía un magno edificio en construcción, ya con visibles y buenos resultados, y no debe perderse la esperanza en sus posibilidades futuras. La envergadura de su proyecto demanda paciencia y persistencia en el diseño y la implementación de sus estrategias, especialmente en materia de política exterior. Los resultados acabarán llegando sin duda. De hecho, como decíamos, cada vez es más mayor la solicitud de su presencia y su voz en todo tipo de conflictos, y Solana sabe mejor que nadie como dar visibilidad a la maquinaria diplomática que encabeza.
Pero la exquisita y eficaz diplomacia que muestran algunos de nuestros políticos en el exterior, como Solana, contrasta con la torpeza de algunos de sus homólogos puertas adentro. El ejecutivo de Zapatero, dicho sea con los debidos respetos, se ha deslizado con movimientos poco sutiles en un problema que ante todo demanda mucha serenidad y análisis necesariamente muy meditados. No es tanto un problema de fondo, como de forma. Parece que en política exterior nos cuesta horrores matener la cabeza fría y esto amenaza ya con ser una tradición en la política exterior española. La crítica a cualquiera de los contendientes en un conflicto bélico no debe estar reñida con la sensatez y la mesura, sea cual sea la postura que se decida adoptar de las instituciones. Personalmente, creo que este conflicto reclama más que otros una firme apelación a la observancia de la legalidad internacional y una repartición proporcional sobre la culpabilidad de las consecuencias, según se desarrolla el estado actual de las cosas. Esa habría sido una actitud equilibrada y hubiera preservado un poco más la -algo deteriorada- imagen de la política exterior española ante la comunidad internacional. Ni siquiera los portavoces de los diferentes partidos políticos, como representantes que son de una buena parte de nuestra sociedad, debieran estar exentos de atenerse a un juicio mesurado y a una crítica más equilibrada y menos visceral. Por cierto, justo lo contrario de lo que hacen también personajes como el último ex-presidente del gobierno, ejemplo algo lamentable de cómo no ha de conducirse un líder político a la hora del análisis y la comunicación. Algunos, allá ellos, siguen por donde solían.
No comments:
Post a Comment