Monday, January 25, 2010

Farewell Economist!


Era una decisión que no me tomó costar en absoluto. El semanario británico, lo admito a pesar de todo, me ha tenido informado de lo que pasa más allá de La Jonquera durante muchos años. Lo que en principio no era más que una osada forma de practicar mi lectura en inglés, con el paso de los años se fue convirtiendo en una arma informativa letal, de primer orden si querías tener la consideración de los más sabios. Pero el tiempo pasa, debe ser la edad sin duda, y cada vez me veo más descreído de todo y menos necesitado de información puntera, sobre todo cuando me la dan ya cocinada. Total, que sí, que he anulado la suscripción. Cuando me llamaron desde alguna oficina externa de telemarketing en Londres para renovarla, les dije las razones de mi salida: no estoy de acuerdo con su línea informativa. Desde luego que mi intención no era ni impresionarles, ni perjudicarles,no soy tan vanidoso como para creer que una simple suscripción pueda perjudicar a tan todopoderosa publicación. Se trata de un simple acto de libertad individual. Seguro que ellos, liberales de pro, lo entenderán.

Y es que hace ya bastante tiempo tiempo que me incomoda la arrogancia, incluso en algún momento concreto, la descarnada falta de respeto que algunos de sus editores -que no puedo citar por su nombre, porque no firman sus artículos- gastan en informaciones que tienen que ver con España o con cualquier otro país del arco mediterráneo. En más de una ocasión llegaron sin pudor a agruparlos, aprovechando el falso doble juego de las iniciales,como "PIGS"-Portugal, Italia, Grecia y España-. Sus disculpas descafeinadas ante quejas incluso diplomáticas, sonaron a chanza. Con el mismo desdén del que se cree en alguna forma superior, no crean, se han dirigido a catalanes,por ejemplo, sobre temas como el Estatut. Casi nada que sea anglosajón y ultraliberal recibirá un tratamiento ni muy objetivo ni muy cercano. Esa es mi opinión de antiguo lector. Desde que la crisis azota suelo hispano, se tiran a la yugular con insusitada fiereza, hablando todo lo mal que pueden de nuestra economía. Y en buena parte puede ser cierto, pero ni mucho menos somos el desastre de país que quieren pintar. Que no se les olvide, que su sistema financiero tuvo que ser rescatado de las cenizas y, sobre todo, que la crisis vino desde el otro lado del Atlántico. ¿Que por qué esa actitud tan hostil? Mitad chauvinismo, mitad interés nacional. En una coyuntura en la que los flujos de inversión escasean y buscan invertir en mercados "baratos", lo mejor es dañar la imagen de los vecinos competidores para así poder conservar más posibilidades de mantener la inversión en predios patrios.

Sin embargo, en el último número que tuve en mis manos, reconozco que dieron de nuevo en el clavo. Supieron reconocer un dato clave para la historia, casi mundial diría yo, y que ha pasado desapercibido para el resto de la industria de la información. Por vez primera en EEUU, la fuerza de trabajo es mayoritariamente femenina. Es decir, la considerada todavía como primera potencia mundial es mayoritariamente mantenida y empujada por sus mujeres. No obstante, es verdad, dista mucho para que ellas asuman el control de la nave. Pero que nadie lo duce, no hace falta ser Nostradamus para poder asegurar que esa hora se acerca. Es una revolución tranquila, como así se la llama en el semanario, lenta, sin estridencias, pero segura y consciente. Yo personalmente espero un cambio de paradigma en la política y en las relaciones internacionales cuando ellas manden en un marco que no sea de excepcionalidad, por mucho que hayan habido ejemplos cercanos que nos pudieran hacer desconfiar del todo. Espero (llamadme ahora inocente), un mundo más tranquilo, más cooperativo, menos necesitado de marcar territorios y sobre todo, más compasivo y dialogante.

Lo malo que el Economist pone el ejemplo americano como referencia del liberalismo más rancio. Es decir: asegura que no hacen falta políticas de género -las que llega a calificar de injustas y discriminatorias- para asistir a una conquista de la mujer sobre el verdadero poder. Critica, cómo no, todo lo que se aleje del manual ultraliberal, como el esquema nórdico de políticas de género, y por supuesto, las cuotas implantadas en muchos partidos europeos de fuerte presencia parlamentaria. Error craso y nuevamente tendencioso. Si se hubieran molestado mínimamente en repasar la literatura doctrinal al respecto, hubieran caído en la cuenta de que es precisamente su esquema, el liberal a ultranza, el que no funciona casi por definición en cuanto a políticas de género se refiere. Estudios doctrinales de numerosos observatorios políticos y sociales -en los que he participado en alguna modesta ocasión- acreditan siempre y sin dificultad que en entornos democráticos puros, en el actual patrón de partidos políticos, donde lo que prima es tanto la seducción del discurso propio como la combatividad extrema -la mayoría de las veces conspiradora- de las diferentes facciones, lo que acaba triunfando es la agresividad del grupo y su líder, más que los argumentos de su discurso. Y en ese entorno, en el que las reglas y la ética valen muy poco, en el que la presencia del político en los medios -y no en el ámbito familiar- es absoluta, es precisamente en el que la mujer se mueve con dificultad. Las políticas de género, como todas aquellas dirigidas a superar las desigualdades sociales son necesarias, y enriquecedoras para el conjunto del sistema social. Ninguna sociedad puede permitirse el lujo de prescindir de la mitad, nada menos, del potencial de su conocimento. Son precisamente las sociedades que se basan en semejante desigualdad las que se condenan, más tarde o más temprano, a un atraso social y económico imperecedero. El petróleo también se acaba.