Thursday, July 31, 2008

CARTAS BOCA ARRIBA, II

No quisiera irme unos días de vacaciones -prometo no descuidar mi articulito semanal- sin contestar amablemente a unos comentarios que sobre la última crónica escrita por mí han vertido alguna que otra blogolectora. Y de forma previa, quiero sinceramente mostrar mi agradecimiento por todos aquellos que siguen esta columna, que para mi asombro son muchos más de los que hubiera imaginado jamás. Que te dediquen algo de su tiempo, el bien sin duda más preciado que poseemos como seres breves y frágiles que somos, resulta siempre estimulante. Gracias por vuestra lectura y por vuestros comentarios.

Y quiero referirme especialmente al comentario que ha dejado "Amy" -curioso y casual, un apodo que coincide con el nombre que da título a una serie, "La Juez Amy", en que una magistrada americana muestra su lado más humano, junto a la narración de una intensa vida profesional-, cuyas aportaciones me han parecido especialmente interesantes. Por la naturaleza sus comentarios, también me da la impresión que se trata de una profesional del derecho sin duda, si bien no acabo de estar seguro de qué cuerpo funcionarial se trata, o de qué cuerpo es en el que pretende ingresar. En cualquier caso, déjame decirte, estimada Amy, que coincidimos en gran parte de tus afirmaciones, si bien sería menester añadir por mi parte alguna que otra aclaración.

El de los abogados, como el de todos los colectivos profesionales numerosos, cuenta con alguna que otra manzana en mal estado en su muy amplio cesto. No voy a negarlo, es cierto, no nos pongamos corporativistas. Ahora bien, personalmente, en casi veinte años de carrera con los que ya cuento -¡horror, qué vértigo!- no he conocido a ningún Letrado en ejercicio tan torpe como para recomendar a su cliente, en un tema matrimonial nada menos, que denuncie a su marido por malos tratos si no cuenta con pruebas claras de por medio. Que alguno habrá, seguramente sí, no te digo que no, pero que eso se trata de un caso entre diez mil, eso sí te aseguro que también. Ningún profesional con mínima experiencia -y los más inexpertos, todavía menos- se expondrá a que le retiren la licencia profesional por una bajeza tan ruin y que tan poco le beneficia personal y directamente. Las denuncias falsas por malos tratos se trata de una lacra que más que por inverosímiles recomendaciones profesionales, vienen por una desinformación de aquellas personas que las emiten, cuyas fuentes se basan en comentarios callejeros o en interpretaciones erróneas de datos televisivos, en simple maldad, y en casos menos numerosos, por temores más o menos fundados a que esas cosas que se denuncian vayan a pasar de veras luego. Hasta ahora, que se sepa, ningún profesional que se conozca ha sido condenado por semejante bajeza.

En otro orden de factores, que los hombres vayan a denunciar desvaríos de sus ex-parejas, también pasa, también. Lo que sucede en la realidad, y también es demostrable, es que, como ocurría antaño con las mujeres lamentablemente, en la actualidad es harto difícil -pero no imposible- que le admitan en comisaría una denuncia a un marido por insultos o amenazas de su mujer, y mucho menos por malos tratos. Intentarán por todos los medios quitárselo de encima, a él y al trabajo que genera cualquier denuncia. También todo acreditable.

Que la maternidad y la paternidad dejen de ser derechos y pasen a ser obligaciones, de acuerdo, en gran parte. De lo que se trata es precisamente de eso, de que la forma de aplicar la ley hasta ahora por parte de una mayor parte de juzgados se base en darle sólo los derechos a una parte, y a la otra sólo obligaciones, de que unos y otras se vean igualmente repartidas entre ambos progenitores. Porque no nos olvidemos, es cierto que los padres son los primeros y principales responsables de velar por el cuidado y desarrollo de sus hijos, pero es cierto igualmente que son los juzgados y nadie más que los juzgados, establecidos por la Ley, los encargados de forma ineludible de resolver las diferencias cuando los progenitores no son capaces de resolver nada a través del diálogo. Tampoco los juzgados pueden eludir su misión en base a que la sociedad flaquea en sus valores, o que los padres son los primeros responsables... Su misión está muy clara, se encargan de aplicar la ley y de impartir justicia, y nadie más puede hacerlo por ellos. Así están las cosas.

Que paséis un buen verano, cuidado con el sol y taparos, que hace frío.

Monday, July 07, 2008

CARTAS BOCA ARRIBA

No hace mucho os hablé de mi amigo Jose, un ex-vecino al que un día la vida le cambió cuando llegó a casa y le dijo su mujer que se separaban, que debía abandonar la casa, que se tenía que ocupar de pagar la pensión de los niños más su parte de la hipoteca y que a los niños los vería, si no se avenía a razones, un fin de semana de cada quince días, lo justo que mandara el Juez. Os conté también, creo recordar, que se sumió en una profunda depresión al verse venir todo encima, de golpe, sin avisos previos y durmiendo en casa de sus padres, habiendo cumplido los cuarenta y tantos, porque no le llegaba para más tras pagar hipotecas, gastos extras y pensiones. Luego se enteró de que su mujer le había dejado para irse con su mejor "amigo". Lo que no sé si os acabé de contar es que en la casa que seguía pagando mi amigo, a pesar de no disfrutarla, dormía a menudo el nuevo amor de su ex-pareja, incluso con sus hijos dentro y no habiendo pasado ni un mes después de haber abandonado su hogar. Hace tiempo que no veo al nuevo inquilino por el barrio y su mujer sólo la veo paseando el perro, eso sí, una vez los niños son empaquetados con los abuelos paternos o maternos, lo mismo le da. Una familia rota, un caso mal resuelto. Es un caso verídico y común, nada extraordinario. Es un "caso tipo", diría yo, que se da con demasiada frecuencia y que ilustra hasta que punto puede ser injusto y desviado el derecho de familia con los padres. Pero, no creáis, no es un caso extremo en absoluto, es un caso que ahora se quedaría corto en su nivel de desproporción y de injusticia.

Mi amigo Jose (oculto su verdadero nombre, es evidente) aún puede considerarse afortunado. Como lo oís. Recopilo ya una nada famélica casuística de padres -como cualquiera de mis colegas de profesión- que además de todo lo que le ocurre a Jose deben añadir que salieron de casa con las manos atadas por delante, ante el oprobio de verse detenido ante sus hijos y sus vecinos, dormir en comisaría compartiendo celda con otros delincuentes comunes y expertos, verse acusado de malos tratos sin que exista prueba de cargo de ninguna especie -ni un triste parte médico por arañazo-, y encima enterarse más tarde de que todo venía a cuento para verle salir de casa de manera inmediata porque su mujer tenía otra relación en puertas que tampoco podía esperar. Además de todo lo anterior, sin apenas escuchar sus alegaciones, que con toda seguridad no van a ser tenidas muy en cuenta, el juez decretará una orden de alejamiento del domicilio de la esposa, una pensión inmediata para atender las necesidades de los menores, además de hacer frente a todas sus obligaciones (hipoteca, préstamos, etc.). Por lo demás, si no presenta pruebas determinantes de lo contrario, tiene muchas posibilidades de verse condenado por agresor en un juicio posterior, que le queden antecedentes penales, y de por medio y antes de ser dictada sentencia, puede incluso que sufra restricciones en el régimen de visitas con los niños, como del tipo de que los menores no duerman en el domicilio del padre hasta que su señoría no diga lo contrario. Las acusaciones que se vierten en estos casos para iniciar el procedimiento con una denuncia, cuando es falsa, no tienen límite en su imaginación, lo que se os ocurra por muy escabroso que resulte tendrá su reflejo en realidad con toda la seguridad. El porcentaje de denuncias falsas sobre padres que sufren esta paranoia jurídico-social desatada en nuestro país es elevadísimo, llegando a colapsar algunos juzgados de violencia doméstica, y comporta la dedicación de unos recursos ingentes a casos absurdos e inventados que evitan, y esto es lo más triste, que los casos verdaderos sean atendidos como merecen.

Señalar todo esto es algo que, entre los profesionales del derecho que batallamos en las trincheras de la justicia a diario, no nos atrevíamos a hacer en público por temor a ser inmediatamente tachados de misóginos, machistas o de otras lindezas parecidas, sino peores. Recuerdo como si fuera ayer, que la que fuera a la sazón jueza decana de Barcelona, la Señora María Sanahuja, se hizo eco en cierta ocasión de lo que ya era todo un clamor entre los profesionales -los que querían verlo, porque había otros/as que reclamaban aún mayor dureza- hace algunos años: la ingente cantidad de denuncias falsas de esposas sobre maridos alegando unos supuestos e inexistentes malos tratos, que amenazaba con colapsar los juzgados penales y que iban en franco aumento. La Sª. Maria Sanahuja, por mostrar una sinceridad a prueba de todo que le honra, siendo mujer y jueza, se ganó furibundos ataques a su persona desde las más instancias del derecho, y especialmente de mujeres magistradas con cierto poder de influencia, a quienes no citaremos para que no sientan ofendidas en el remoto caso de que lean estos párrafos -no conviene hacer enemigos más poderosos que uno, dijo Claudius, Caesar Imperator-. El problema sigue igual de intenso pasados más de tres años de aquel episodio, sino peor.

En el último suplemento mensual de La Vanguardia dedicado al mundo del derecho, Togas.biz, varias compañeras letradas se hacen eco con cierta amargura del desolador panorama que está dejando de por medio la mala y ciega aplicación del derecho de familia, especialmente en contra de los maridos y padres. Y es interesante que lo hagan desde su condición femenina, porque la injusticia no entiende de género. Igual que un humilde servidor no le temblará el pulso para defender y reconocer una desigualdad en el trato de cualquier tipo hacia las mujeres, que lo sigue habiendo y en muchos aspectos de nuestra sociedad todavía, no podemos dejar de ver la clara discriminación que sufren los padres a la mala hora de enfrentarse a un juicio de divorcio, máxime si hay niños de por medio. Deben contar con que la guardia y custodia de los menores no se la van a conceder casi seguro, por muy desastrada e indolente que sea su pareja a la hora de afrontar el cuidado de los niños. Ni siquiera en casos extremos los jueces se atreven, en su gran mayoría, a remover ese privilegio femenino. He debido presenciar negativas a conceder guardia y custodia de menores a un padre, por ejemplo, sabiendo que la madre se dedicaba al alterne nocturno profesional y que dejaba de día el cuidado del niño enteramente a canguros, extremos que fueron probados pero que no bastaron para que el juez revocara esa guardia y custodia; se prefería que el niño fuera cuidado por canguros, conocidos o no, que no por su propio padre. Cualquier abogado de familia podrá dar decenas de ejemplos de lo que estoy hablando en que lo que debiera ser un derecho del menor a disfrutar de una custodia en las mejores condiciones, por automatismos convencionales, por prejuicios absurdos y por falta de entereza y bonomía de la mayoría de los funcionarios togados se ha convertido en un privilegio intangible que no está de acorde ni con la realidad social que vivimos, ni con la justicia en abstracto. En derecho de familia, y en derecho penal también, quién lo hubiera dicho hace sólo unos años, ser hombre comienza a ser motivo cierto de discriminación. Algo debería empezar a moverse.