Friday, February 23, 2007

LULLABY

Ayer por la noche fui, como de costumbre todos los jueves, a echar el partidillo "de marras" con los amiguetes; ese partido milagroso, si bien lastimero las más de las veces, que aparte de frenar la caida libre de mi estómago cuarentón, sirve para romper el creciente tedio de mi monotonía. Desde luego no se ve evolucionar sobre la cancha a ninguna estrella, pero la hora larga que nos tiramos sudando sirve bien a sus cometidos básicos. También es es el único rato de la semana que me sirve para coger el coche a solas y poner esa música que tanto me tiene engachado a muchos momentos de mi vida.

En efecto, por un momento, transito a solas por la ciudad de noche y me siento realmente libre, aunque sea por un rato mientras escucho la música. Otras veces me podríais enganchar a mis voces de siempre, las que obsesivamente escucho una y otra vez: Norah Jones, Anita Baker, y otras mieles parecidas. Pero ayer se me coló un poco de brit-pop por las venas. Eran los acordes siempre tenebrosos y sensuales de "Lullaby", una de esas canciones señeras que tanto nos hipnotizó en su época. Y al oirla de nuevo me acordé de David, o de "Vid" como muchas veces le llamábamos los que frecuéntabamos los jardines fumaderos del campus de la facultad de derecho de la UB. Y hablo de él en pasado porque desgraciadamente hace unos pocos meses, una patrulla de policía, saltándose un semáforo en rojo, porque según ellos iban a una misión muy urgente -una vulgar manifestación vecinal, se supo luego-, se lo llevó por delante en un cruce del Eixample cuando mi amigo Vid iba en su moto, quien sabe si a trabajar o volviendo de trabajar.

Me acuerdo de Vid siempre que escucho a los The Cure, porque allá por el 85 u 86, calculo yo más o menos, la banda decidió recalar en Barcelona en una de sus giras y a él le enamoraba el sonido gótico de aquel grupo de inspirados sin peine. Vid aparte de buen gusto como melómano - era también un fanático del reggae-, era un bajista aventajado que había tocado en varios grupos, la verdad, no con demasiada fortuna. En aquel entonces éramos avezados estudiantes, más dispuestos a vivir que a estudiar, y por lo general con poco dinero en los bolsillos para poder gastarse un par de miles de pesetas en ver un concierto de figuras del pop. Pero mi caso, por suerte para mí, era la excepción. Afortunadamente había encontrado trabajo un año o dos antes -mis recuerdos empiezan a agolparse de forma desordenada en mi mente- como guía-correo en una agencia mayorista de Barcelona, la ya quebrada "Golden Tours", y después de cada viaje a Egipto o a Italia, volvía cargado de billetes que me quemaban en los bolsillos demandando fiesta a raudales. Cuando me acuerdo de aquellos tiempos atropellados y excitantes no dejo de pensar que fue un verdadero milagro que pudiera sustraerme de todo aquello y acabara terminando la carrera.

Total, que le dije a Vid aquella lejana mañana en el campus de derecho que si le apetecía ver a The Cure, y me dijo que sí, pero que no tenía una gorda en el bolsillo, y que encima una partida de póker en el bar de la facultad no le había ido nada bien. Sin dudarlo, le dije que le invitaba al concierto, lo cual pordía parecer un dispendio exarcebado tratándose de dos buenos amigos, pero que tampoco eran los más íntimos entre el círculo canalla que logramos formar entre algunos nuevos que allí conocimos, y los que ya frecuentábamos de La Salle Condal. Podía parecer por mi parte un signo de arrogancia, y por otra parte, debo confesar que en algún momento dudé -en aquel entonces- si hacía bien o no gastándome tanto dinero en una jornada que seguro se prolongaría mucho más allá del concierto. La verdad, ahora veo que fueron de los dineros sin duda mejor gastados en mi vida, fue una tarde-noche que compartimos y disfrutamos como nunca, y que desde luego nos llevaremos para siempre. Me dejó profundamente triste y confuso la noticia del fallecimiento de Vid cuando mi socio me enseñó la reseña del periódico comentando el accidente, justo a la mañana siguiente de acontecer. Por un momento traté de pensar que se trataba de una ominosa casualidad por la que un tipo coincidía con el nombre y la descricpión de Vid, por unas horas abrigué la esperanza de que alguien me confirmara el espantoso error en el que me hallaba. Pero "Coui", mi procurador de cabecera, y antiguo compañero en aquellas batallas, me llamó por la tarde y me lo confirmó, era él. A la mañana siguiente su foto en la segunda página del periódico me acabó de sacar de la duda.

Espero que allí donde estés tengas buenos ratos de música, Vid, eras un tío cojonudo, un adelantado a tu tiempo, un elegantón aunque fueras en calzoncillos, un flemático, un carismático, un tipo inteligente. Me hicistes pasar buenos ratos. Gracias por tu respeto, tu calor y tu serenidad. Hacía algunos años que no te veía, la vida tiene estas cosas, nos maltrata y nos lleva de aquí allá, haciéndonos olvidar la gente que verdaderamente nos importa. Pero me acordaré de tí, no te quepa duda, al menos cuando en mi coche suenen los acordes de "Lullaby".